Evoca Álvarez el exilio

AutorSilvia Isabel Gámez

De haber podido escoger, Federico Álvarez nunca hubiera dejado su patria, San Sebastián. Pero la Guerra Civil y el exilio le marcaron otro destino: Cuba primero, luego México. "Al principio había la esperanza de volver (a España), después se perdió y quedó la amargura, siempre por dentro, con un run run permanente", dice en su departamento de Copilco, rodeado de libros.

A sus 86 años, Álvarez continúa activo como profesor en la FFyL de la UNAM. Tiene en sus manos un ejemplar de Tifón, de Joseph Conrad, que usará para su clase de Teoría Literaria. "Tengo diversas dolencias, todas graves", afirma sonriente. "Pero hoy día las medicinas hacen posible vivir enfermo".

Hace tres años comenzó a escribir sus recuerdos y descubrió que tenía buena memoria, que un hecho lo llevaba a otro, y ese a otro más. En Una vida. Infancia y juventud (Conaculta) narra los acontecimientos que lo llevaron a ser "el distinto". Un "rojo bueno" en un mundo donde los exiliados, dice, "ya somos historia".

"Lo escribí con un ánimo un poco desfalleciente sobre la pertinencia de publicarlo", cuenta el filósofo. "Por la conciencia de que no era un libro importante; es interesante para quien tenga curiosidad por conocer mi vida".

Tenía 9 años cuando estalló la Guerra Civil. El mismo día en que el Ejército se sublevó contra la República, el 18 de julio de 1936, Federico viajaba con su hermana Tere rumbo a San Sebastián para pasar las vacaciones de verano junto a su abuela materna. Unas semanas después debían alcanzarlos sus padres. Pero en apenas unas horas, el territorio de España quedó dividido en dos zonas en guerra, y la separación habría de prolongarse cuatro años. Volvieron a reunirse en Cuba, en junio de 1940.

En las páginas de Una vida se percibe que Álvarez no tuvo una vivencia traumática de la guerra. Vio muertos, se refugió en un sótano cuando caían las bombas, pero fue por poco tiempo: el 13 de septiembre, San Sebastián caía bajo las tropas fascistas. "Ahora lo recuerdo", escribe en su libro, "éramos felices (...) Todos nos querían. Pero la tristeza estaba ahí, como una manera de ser".

La actividad política de Álvarez comenzó en Cuba. A México llegó en julio de 1947, llevando ceñida en el cuerpo una faja con decenas de miles de dólares que los comunistas españoles planeaban destinar a la guerrilla antifranquista. Un año antes había conocido a la que sería su esposa: Elena, hija del escritor Max Aub.

"Las ideas comunistas no se pierden; evolucionan". Con los años...

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