Everardo Elizondo / El (in)discreto encanto del populismo

AutorEverardo Elizondo

Aunque el término populismo no se define con claridad, tiene connotaciones negativas, de manera tal que "todo mundo" tiende a evitar su cercanía.

Como ideología política, en sus términos más simples, el populismo sostiene que el individuo común y corriente es víctima de una élite dominante que existe sólo para su propio beneficio. En consecuencia, propone que los instrumentos a disposición del Estado, que sirven a la minoría referida, se utilicen para el progreso de la masas.

Según los enterados, el populismo tiene una historia muy larga, que abarca hasta el presente y cuyas manifestaciones se localizan en diversas geografías. En nuestro continente, es común que se mencionen como representativos de esa corriente los nombres de Huey Long, en Estados Unidos, y de Juan Domingo Perón, en Argentina (entre otros menos notorios, pero no menos significativos).

Los movimientos populistas han sido patentemente variopintos, pero han presentado algunas peculiaridades comunes muy marcadas, entre las que pueden destacarse quizá las siguientes: (1) un liderazgo carismático y paternalista, capaz de movilizar desde arriba grandes grupos de apoyo; (2) una composición diversa de sus "clientes" (aunque éstos se encuentran usualmente entre los habitantes urbanos de ingresos bajos y medios), y (3) un programa reformador de corte aislacionista.

En lo que toca a los aspectos económicos del populismo, recurro a Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards, que señalaban que los programas populistas enfatizan típicamente tres "erres": (1) Reactivación de la producción y del empleo; (2) Redistribución del ingreso, y (3) Reestructuración de la economía.

Desde luego, el problema no está en los propósitos, sino en los medios. Para acelerar el crecimiento de la economía, el populismo recurre preferentemente a la expansión del gasto público (digamos, destinado a la construcción) financiado con nuevos pasivos. El resultado puede ser estimulante en el corto plazo, pero el desequilibrio fiscal que se genera en el proceso propicia una inflación acelerada y un endeudamiento externo excesivo. Tarde o temprano dicha combinación patológica desemboca en una crisis. (La restricción presupuestal no es una abstracción técnica, es una limitación real).

Para redistribuir el ingreso y la riqueza, el populismo utiliza diferentes instrumentos, casi siempre dirigidos más a los síntomas que a las causas de la desigualdad. Por supuesto, de nueva cuenta se echa mano del gasto gubernamental, pero...

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