Evangelio de un capo

AutorJ.M. Servín

Vito Corleone es un ejemplo de cómo llevar las riendas de una familia. A 35 años de haberse estrenado, la película El Padrino es hasta hoy una especie de compendio del saber humano y curso intensivo para convertirse en un hombre a carta cabal.

Gracias a la personificación de Marlon Brando, la figura del todopoderoso patriarca siciliano es idealizada por sus enseñanzas y códigos de honor compatibles con la idiosincrasia mexicana. La filosofía de Don Corleone es un credo para quien presuma de hombrecito.

Es una curiosa afinidad mental. Don Corleone cubre un vacío de autoestima masculina a falta de arquetipos nacionales que no estén impregnados de humildad edípica, fatalismo u orgullo derrotista.

El mexicano promedio, harto de pertenecer al bando de Nosotros los pobres, puede conciliar su perfil aspiracional con la cruda realidad del País a través del entorno de donde proviene el mafioso siciliano.

El éxito de este retrato romantizado de un pariente ideal es la cercanía de su esfuerzo individual y audacia con la riqueza, pero sobre todo con el poder que convierte a cualquiera en personalidad respetable a la cual besarle la mano.

Corleone justifica el mal y la corrupción como recursos para obtener un bienestar propio y de su familia exaltando valores sociales como el amor filial, la lealtad, el orden, la devoción religiosa y el respeto a la autoridad.

La figura del padre bondadoso, simpático e implacable cuando se debe, se ajusta a la fascinación del mexicano por la ley del talión. En una cultura donde el crimen y la impunidad se han vuelto una convención, quien muestra capacidad para enfrentar a los poderosos (aunque nunca gane) merece respeto, y sus allegados lo querrán de compadre.

El Padrino tiene un enorme atractivo como miembro ideal de una familia mexicana de tantas, solidaria, tracalera, lacrimosa y con un código de honor inquebrantable, aun en las despiadadas exigencias de su entorno.

El sujeto más despreciable a los ojos de la sociedad, puede reivindicarse ante los suyos si en la intimidad del hogar se comporta como todo un jefe de familia.

Don Corleone enseña con su ejemplo cómo dejar de ser un Don Nadie delinquiendo bajo una apariencia honorable. Al compadrazgo y el nepotismo les otorgó un halo sentimental que justifica en México su práctica a todos niveles. El Padrino, decente y respetable, en secreto amedrenta, somete y corrompe.

La versión cinematográfica de la estupenda novela de Mario Puzo abunda en estereotipos de personajes...

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