Eugenio Arriaga / Una de cal

AutorEugenio Arriaga

Latinoamérica ha tenido resultados económicos y sociales decepcionantes en los últimos 20 años. México no ha sido la excepción. Promesas que fueron de una ambiciosa y decepcionante democracia, hasta la aplicación de un modelo económico liberal que, fuera de aportar saldos en la dimensión macroeconómica, no ha colaborado mucho que digamos en mitigar la desigualdad, mucho menos en acabar con la pobreza.

Aun así, los dogmáticos economistas liberales se empeñan en repetir hasta el cansancio que debemos de cuidarnos de financiar el desarrollo del país con gasto del Estado, puesto que esta mala idea puede inhibir el crecimiento del país, al grado que el resultado en términos del combate a la pobreza y la desigualdad puede ser peor que la ausencia de la intervención del Estado.

Vaya, vaya, ahora resulta que lo mejor para el Estado es la inactividad. Las reglas de etiqueta dictadas desde Wall Street nos dicen que hoy es mejor para las grandes mayorías en condiciones de exclusión y vulnerabilidad que el Estado los deje tranquilos, que no los moleste con la aplicación de programas sociales que sólo los distrae de la búsqueda del progreso que les ofrece la mano invisible.

No importa que con las recurrentes crisis económicas los más afectados sean las familias más pobres y éstas puedan pasar en un abrir y cerrar de ojos de una situación de pobreza transitoria a una de pobreza permanente, con las consecuencias evidentes de daños irreversibles en la nutrición, educación y salud que constituyen trampas de la pobreza no sólo para la generación actual sino para las generaciones futuras. Los autoritarios del norte insisten en que mientras cumplamos con la receta del pensamiento único y no defraudemos al club del consenso de Washington, todo ira bien. ¿Será?

No importa que como mencionaba Stiglitz: "Se recomienda a los países en vías de desarrollo hagan lo que decimos, no lo que hacemos: ¡Practiquen el libre comercio! Aunque nosotros protejamos y subsidiemos nuestros productos agrícolas. ¡Disminuyan el poder y el tamaño del Estado! Aunque a nosotros la integración social de nuestras naciones nos obligue a mantener un Estado fuertemente regulador, que financie el desarrollo y crecimiento con altos subsidios y estrategias keynesianas. ¡Equilibren sus cuentas fiscales y logren superávit! Aunque nosotros logremos mantener el crecimiento de nuestros países con altos déficit".

Más bien, lo que necesitamos es un Estado fuerte que desde una posición fiscal sólida...

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