La estética en Posada

AutorAgustín Sánchez González

La historia de Posada está por descubrirse, lo he repetido una y otra vez. Poco conocemos de su persona, de su papel como artista y de sus formas estéticas.

Es un gran rompecabezas que se ha ido armando, prácticamente, de la nada. La influencia estética que tiene es vasta, aquí sólo damos una probadita.

José Guadalupe Posada nació en Aguascalientes, el 2 de febrero de 1852. Murió en Tepito el 20 de enero de 1913. En los 61 años que deambuló por este mundo se le llamaba don Lupe y él, un hombre gordo y bonachón, respondía a ese nombre.

Sus influencias estéticas inmediatas hay que rastrearlas en la litografía, una expresión estética que trajo el italiano Claudio Linati a México en 1826; fue él quien publicó la primera caricatura en El Iris. En la segunda mitad del siglo 19 el desarrollo de la litografía es excepcional e impacta a todas las generaciones posteriores a ellos.

La Orquesta es la más importante publicación de caricatura en nuestra historia, la mejor, la más crítica, la que tuvo en sus páginas a los más grandes caricaturistas que han existido en México: Constantino Escalante, Santiago Hernández, José María Villasana, y otros tienen un impacto inmediato en Posada. Lo mismo una revista anterior: El Calavera, de 1847, donde la muerte tiene vida.

El primer Posada, de Aguascalientes, caricaturista, retrata los arquetipos que usaron los litógrafos, pero también, en su primera caricatura conocida, publicada ahí, asoma discretamente una calavera, como sombra, con una guadaña. Sólo posando los ojos con cuidado es posible identificarla.

Desde sus primeras obras la muerte parecía obsesionarle. No era para menos, el niño Lupe nació y vivió en el Barrio de San Marcos, muy cerca de un cementerio. Su infancia transcurrió en una de las épocas más convulsas de nuestra historia. Epidemia de cólera que provoca miles de muertos que generan un paisaje sombrío: decenas de cadáveres apilados y haciendo fila para ser echados en la fosa común. Pero también presenció batallas entre liberales y conservadores. Fusilamientos, asaltos, el saqueo de un grupo de bandidos que generan un enorme incendio en el Parián, de seguro lo llevaron a pensar en las llamas del infierno.

El niño angustiado quedó marcado, además, por la superstición, en una sociedad tan católica y conservadora, en esta lucha del diablo y de Dios, del mal y del bien.

Tal vez esta violencia explique sus calaveras y el terror plasmado en sus trabajos. Con esa visión se convierte en precursor del...

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