Estampas turcas

AutorPatricia Miranda

FOTOS: PATRICIA MIRANDA / ENVIADA

Tal vez son las famosas Chimeneas de Hadas salpicadas en Capadocia (1), los atardeceres que regala el Oeste turco (2) o la grandeza de Estambul vista desde la Torre de Gálata (3) lo que motiva al viajero a visitar Turquía. A lo mejor son los llamados a la oración, el sabor del baklava o el té hipercaliente que se sirve en vasitos de vidrio lo que provoca adicción por esta tierra. A saber si son los bazares o las mezquitas. Quizá es todo lo anterior, más esos ojos turcos (tanto los de los lugareños como los amuletos), lo que propicia a volver siempre por más.

AMOR ENTRE CHIMENEAS

AVANOS, Anatolia Central.- El chipichipi que se mira a través de la ventana no es bienvenido esta madrugada. Aun así, hay que terminar de vestirse agregando una capa de esperanza.

De a poco, docenas de trotamundos atiborran el lobby del Avrasya Hotel. Provenientes de Corea, España y México, por mencionar algunos países, llegaron hasta la región histórica de Capadocia, en la Anatolia Central, con la ilusión de ver desde un globo aerostático un paisaje que -de tan peculiar- pareciera habérsele caído a la luna sobre territorio turco.

"No hay condiciones climáticas para volar", anuncia un touroperador cortando de tajo con el bullicio.

Quienes reservaron una larga estancia tienen el resto de la semana para volver a intentarlo.

Otros lo toman con filosofía y ven, ya con café en mano, qué otras opciones de su nutrida bucket list pueden palomear.

No falta quien le echa la culpa a la Ley de Murphy, a su mala suerte o al caprichoso destino.

"Esta fue nuestra segunda oportunidad, nos queda mañana. Aún así estamos felices de haber venido. Capadocia ofrece mucho más que los globos", comparte Alexa Deutsch Tello, una joven mexicana que viaja con su mamá.

Con su actitud, Alexa da cátedra de cómo un viajero de cepa debe sobreponerse a los planes fallidos: no queda más que emularla.

Devrent Valley está marcado como la primera parada en el itinerario que Eren Bakir, guía de Mega Travel, tiene preparado.

Tras descender de la van inicia el juego de detectar las figuras que la naturaleza ha moldeado.

Capadocia o Kapadokya -en turco- deriva del vocablo Katpadu-kya y significa "Tierra de bellos caballos". Muy curioso resulta ver que en éste, también conocido como el Valle de la Imaginación, la silueta de un camello es la protagonista.

Luego de tomar las primeras de varias fotografías y comprar recuerdos de viaje (la zona es reconocida por su cerámica hecha a mano), algunos aprovechan para tomar un jugo de frutas recién exprimidas.

Valga aquí una advertencia: cuando vayas a Turquía debes ir con unos tres kilos abajo de tu peso. Y es que todas las visitas, por más fugaces que sean, siempre están maridadas con alguna calórica delicia.

La siguiente misión es capturar la belleza de las Three Graces Fairy Chimneys, en Ürgüp. Estas formaciones, a las que Eren -en su jocoso español- se refiere como "las tres guapas", son algunas de las tantas Chimeneas de las Hadas que salpican el paisaje de Capadocia.

Eren señala que la tierra de la zona, llamada toba calcárea, ha adquirido fantasiosas formas tras millones de años de erosión.

El Parque Nacional de Göreme y los sitios rupestres de Capadocia son Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, desde 1985.

"Delirante", tal cual lo describió Alexa, es el también llamado Museo al Aire Libre de Göreme. Ahí se observan las capillas excavadas en las rocas y sus frescos. Destacan la Iglesia de Santa Bárbara, la de la Manzana y la de San Basilio, por mencionar algunas. Nadie debe irse sin deambular por los estrechos laberintos de las ciudades subterráneas que Capadocia resguarda y tampoco sin probar la comida típica.

Sobre una de las mesas del Culture Museum, un restaurante y recinto cultural en la población de Ortahisar, ya está servido un desfile de entremeses turcos.

Pero sin duda, la estrella de esta comida es el testi kebab: carne de cordero con verduras cocinada en una vasija de cerámica sellada.

Todo un ritual resulta romper la tapa. La especie de estofado que se desborda sabe tan deliciosa como huele. Al salir, la gigantesca roca conocida como el Castillo de Ortahisar roba la atención. El primer atardecer de esta travesía turca cae.

La estampa que se observa desde el mirador de Salkim Tepesi Panorama enamora. La siempre presente bandera del país ondea en la nublada tarde. Unos novios romancean. Están sentados junto a un árbol de cuyas ramas cuelgan ojos turcos (nazares).

Qué ganas de que esas alfombras que ofrece un comerciante se volvieran mágicas y así realizar el vuelo que quedó...

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