Desde la Esquina / DF, 1967

Todo saldrá bien, alcanzó a repetir Aurelio en una oración mal musitada, sin convicción.

Estaba cansado, sudoroso y con miedo. Dos años atrás ya había escalado la catedral de Morelia. Un cable le permitió cruzar el vacío entre las dos torres de cantera rosa. Ya desde entonces se estaba cansando.

Según Alicia, el concreto era más fácil que la cantera. Y aquí solamente había una torre, ese domingo no tendría que hacer el paso de la muerte. Además estaban en la capital, había que demostrar que no por venir de provincia eran malos. Después podría anunciarse como "El Unico Hombre Mosca que ha Escalado la Iglesia de la Colonia Portales". Pero el concreto es liso, no es más fácil que la piedra.

Al principio el cura no le quería dar permiso, alegando que su iglesia no era para saltimbanquis. Cambió de opinión cuando su esposa prometió que le daría "siquiera para que pinte la fachada". Alicia era tremenda.

No era hora de pensar en caídas, pero se acordó de la cuerda que se le había desatado en la iglesia de Plateros, Zacatecas. Por su culpa, claro. Más de dos meses en un hospital, con fractura de costillas y luxación de un hombro, fue lo que sacó. Gajes del oficio.

También se acordaba de cuando iba con su papá a bajar aquellos dátiles olorosos en Río Colorado, él era muy chamaco y se impulsaba con pies y manos. Su papá se quedaba abajo y cachaba los frutos.

¿Por qué se hizo Hombre Mosca? Don Poncho, el dueño del circo, se lo aconsejó: Tienes buen agarre, y no te da miedo la altura. Don Poncho y la miseria lo animaron a escalar muros. Si supiera que sí sentía vértigo, y que para componerse le bastaba con recordar la parcela muerta y las vacas secas.

Después se había lanzado: horas de espera en las terminales de autobuses para ir a Matehuala o a Jalapa, a Ciudad Guzmán o a San Pancho del Rincón. Puebleó por todo el país. Subió...

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