Desde la Esquina / La casa de la sal

Desde hace muchos años lo ven las palmeras y las jacarandas de la vecina parroquia de San Matías, en Iztacalco: austero, pintado de blanco y ocre, triste y deteriorado. Ha albergado al ayuntamiento, la cárcel, las caballerizas. Hoy es la sede de una estrecha casa de cultura, de un kinder, un consultorio médico... y un comité distrital partidario.

Hace treinta años, el PRI se hizo de ese edificio histórico, mediante recursos que todavía no quedan claros, cuando a las autoridades no les beneficiaba que se deshiciera la confusión entre el gobierno y su partido, confusión deliberada a la que contribuía la imperativa presencia de los colores nacionales en los emblemas partidarios, emblemas que habrá que modificar muy pronto.

Hasta la fecha, y contra la opinión de la comunidad iztacalquense, que ya despertó, el comité distrital todavía está ahí, como el dinosaurio monterrosiano. Ocupa uno de los pocos edificios históricos que todavía están en pie en Iztacalco. Su antecedente inmediato fue dibujado por Casimiro Castro desde un globo acróstico, a mediados del siglo pasado: El presidente Cárdenas decretó su expropiación en 1938.

Oficios han sido y venido hacia las autoridades federales, de los Representantes Vecinales de Iztacalco, AC, en los que se pide la devolución del inmueble con el fin de utilizarlo en su totalidad como Casa de la Cultura, espacio que sería importante para arraigar a los jóvenes de la comunidad y no dejarlos en manos de traficantes y otros vivales. Pero el PRI, que sigue viviendo en la prehistoria, parece no entender que los nuevos tiempos han llegado, y se niega a desalojar un edificio donde tampoco está claro si paga renta o no. Lo que sí está muy claro es que de hecho lo considera como de su propiedad debido a que "llevamos aquí treinta años"...

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