Esquiar como pájaro

AutorHugo Roca

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STEAMBOAT SPRINGS, Colorado.- No hay escapatoria en la cima de la montaña Howelsen, a 2 mil 175 metros del piso. Llegué en teleférico y sólo tengo un par de esquís para bajar. La técnica consiste en girar ambas piernas usando las rodillas con el cuerpo inclinado, de tal manera que el serpenteo reduzca la velocidad; en pendientes pronunciadas los giros deben ser rápidos y marcados, en zonas menos vertiginosas lentos y ligeros.

Pero las montañas son gigantes cubiertos de nieve que prometen aventuras; bajo el influjo de este ánimo, rechazo consejos de la prudencia y a pesar de no ser muy versado emprendo el recorrido con osadía, buscando riesgos y sensaciones excitantes.

Howelsen tiene 12 hectáreas de terreno esquiable y ofrece innumerables pistas; en cada una existen diferentes posibilidades para dar saltos, adquirir velocidad, observar paisajes espectaculares o mantener al mínimo cualquier peligro.

Escojo Meadow, la pista preferida de Dorothy Wither (1903-1987), primera mujer que esquió en el condado de Routt e impulsó el feminismo en Steamboat inspirada por las novelas de George Sand y las ideas que Simone de Beauvoir expuso en su ensayo El segundo sexo (1949).

La manera en que Dorothy esquiaba, registrada en innumerables fotos, era diferente a todo lo que se conocía. Cuenta una leyenda que al verla, John Dwight Steele, el primer deportista del pueblo en asistir a unas Olimpiadas Invernales (Lake Placid, 1932), dijo: "no parece esquiadora, estira las manos muy raro, como un pajarraco".

A pesar de que el comentario rezumó desdén y envidia, fue una mera descripción de las formas con que ella afrontaba la montaña, opuestas en todo al estilo en boga, consistente en movimientos exagerados, rigidez de los miembros en los saltos, y aspavientos faciales (incluso gemidos falsos y estentóreos) para acompañar las maniobras difíciles.

Dorothy era silenciosa y elegante; rápida sin necesidad de movimientos afectados y su cuerpo en el aire, transmitía ligereza y libertad; daba la impresión de poder dominar la caída, haciéndola lenta y suave.

Al principio todo es fácil en Meadow; su nieve es lisa, mansa como alfombra y poco inclinada, tan segura que por momentos me deslizo en línea recta; los ojos cerrados con dirección al cielo, concentrado en la sensación de la nieve enredándose entre mi barba y chocando contra los plásticos de mis visores.

Una pequeña piedra casi me tira y sin darme cuenta el terreno se ha inclinado; en pocos segundos desciendo...

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