El espíritu de Delaware

Fecha de publicación18 Octubre 2020
AutorJavier Treviño Cantú

El Fondo Monetario Internacional presentó su “2020 World Economic Outlook” y de ahí podemos derivar un hecho muy relevante para el futuro de las relaciones internacionales. Graham T. Allison, el prestigiado profesor de la Universidad de Harvard, concluye en National Interest, con base en esta información, que China es ahora la economía más grande del mundo; ya desplazó a los Estados Unidos.

Allison argumenta que, medido por un criterio más refinado, el reporte del FMI muestra que la economía china es un sexto más grande que la de Estados Unidos: 24.2 billones de dólares (trillion en inglés) contra 20.8 billones de Estados Unidos. ¿Y qué importancia tiene esto? En el mundo real, el PIB de una nación es la infraestructura de su poder global.

China se ha convertido en la planta manufacturera del mundo. El crecimiento de su presupuesto para defensa ha sido impresionante y se vislumbra un posible conflicto en Taiwan. China sobrepasa a Estados Unidos en inversión en investigación y desarrollo y será la única economía con crecimiento positivo este año. Es un jugador geopolítico de mucho peso en el escenario mundial y el principal adversario de los Estados Unidos.

La guerra comercial entre China y Estados Unidos, y el Covid-19, hacen que la región de América del Norte sea estratégica. Estados Unidos no está solo. México es su aliado. Somos socios comerciales en el TMEC y ocuparemos un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU. Lo que sigue es proponer una reunión, antes de que termine el año, con el Presidente electo de los Estados Unidos, para diseñar el “Espíritu de Delaware” y acordar la estrategia de la nueva relación bilateral.

Recordemos que tres semanas después de las elecciones, el 22 de noviembre de 1988, en Houston, Texas, se reunieron los presidentes electos de México y de Estados Unidos. Empatía, visión y voluntad definieron las bases para una nueva relación bilateral que se etiquetó como el “Espíritu de Houston”. Ahí se dieron a la tarea de idear un nuevo mecanismo que permitiera avanzar en las coincidencias y evitar que un tema (fuera narcotráfico, petróleo, migración) contaminara el resto de la agenda bilateral.

Se vislumbraba ya el fin de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín. Se estaba construyendo un nuevo orden internacional. El gobierno de México sabía que ante la atención de los inversionistas en Europa del Este, se requería “una gran idea” para la región de América del Norte. Así se fue pensando y diseñando...

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