Espíritu de Contradicción

(Embargada para sitios en internet hasta las 24:00 horas locales)Play "Misty" for meNicolás AlvaradoEL UNIVERSALEn la película de Clint Eastwood, Jessica Walter encarna a una radioescucha obsesionada con un locutor, al que asedia cada noche pidiendo que toque para ella "Misty", la clásica, entrañable, elegante, un pelín cursi canción de Erroll Garner. Desde ese 1971 del estreno de la cinta, "Misty" adquirió resonancias perturbadoras, tantas casi como el score de cuerdas (tensadas, tensísimas) de Bernard Herrmann para "Psicosis". Para mí, sin embargo, no fue jamás sólo eso, no podrá reducirse nunca a mero apunte fílmico."Misty" fue la canción de mi padre. No su canción con mi madre, ni con la madre de mis hermanos, ni con ninguna de las mujeres que hayan desfilado por su juventud de seductor vanidoso. (Mi hermano Francisco recuperó hace meses unas fotos del José Miguel Federico veinteañero, Errol Flynn de la Cuauhtémoc, bigotillo atildado, mangas remangadas, mirada matadora, sentado sobre su cama con un libro -¿de su entonces jefe Juan José Arreola?- en las manos. "¡Ah qué papá! Nos salió cabroncito", sentenciamos a cuatro voces, henchidos de orgullo machín). Era con la que afirmaba su identidad, la que se sentaba a mal tocar al piano -ese piano blanco de cola a lo Dudley Moore en 10 que constituyera el primer regalo que le hiciera mi madre; "Te ha de haber gustado el hombre", le espeté ayer que me lo contó, "y has de haber ganado bien"; entre deudos y deudas asintió- mientras su perra, Petrushka, improvisado crítico musical, aullaba reprobatoria.Mi padre pasó casi todas las horas del último año de su vida en la sala de televisión de su casa -un departamento en Polanco, sí, pero modesto: era muy él el barrio aspiracional y chic (palabra que, por cierto, odiaba), muy él la honradez de vivir de acuerdo al...

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