Espera... y tensión

AutorJorge Ricardo

Hay letreros en inglés y francés para que los haitianos, que hablan creole, una mezcla de francés y lenguas africanas, entiendan: "Respeta nuestra área, no orines donde sea, prohibido pasar, demuestra tu educación, prohibido bañarse aquí, prohibido utilizar la banqueta como baño. Gracias por tu comprensión, compañero migrante". Y los haitianos, altos y optimistas, nacidos en el país más pobre de América Latina, que duermen en casas de campaña sobre la banqueta de la Unidad Habitacional Villas de los Trabajadores, en Tláhuac, aprietan las rejas y suplican. Nervioso, el vigilante que cumple su primera semana les dice que no es culpa suya, sino de los vecinos, quienes ya están discutiendo adentro del complejo habitacional. Edificios beige, tres niveles, jaulas para autos, pasto sucio y descuidado. "Siempre había robos aquí y nunca pusieron vigilancia. Es porque son negritos", grita una joven que arrastra la maleta de una boliviana a la que rentó un cuarto. Los que quieren que los migrantes tengan el paso a los sanitarios y a las tiendas de la unidad. "¡Racista, racista!", se gritan. "Ya se les permitió el paso, pero toman alcohol, nos avientan la basura, las botellas con orina, sus navajas de afeitar, nos dicen de cosas, nos ofenden, nos dicen racistas", alega la señora Pilar Sánchez. Es una tarde plomiza, gris, llovizna y hace frío. Hay puestos de comida, ropa tendida, humo, zapatos viejos, pies saliendo de las casas de campaña, niños jugando en la banqueta, basura y trastes tirados. Anuncios "Cambiar Dollares y CBP One". Lonas de aspirantes a diputados federales. "La esperanza de México". SIN ESPACIO Sobre la Avenida Heberto Castillo, 300 metros por los dos costados, cuatro policías pasan contando las casitas de colores. En el Bosque de Tláhuac, un letrero informa que ya no hay capacidad en el albergue migrante del Gobierno capitalino ni funciona ya la oficina de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar), que abrieron en marzo. "Más de 90 en cada lado y unas con más de cuatro ocupantes", dice el policía que lleva la cuenta. "Todos somos humanos, hay que se empáticos", siguen los gritos. "No es eso, es que ya es un problema". "Te voy a decir por qué no es racismo..." "Usted es periodista, usted comprende, ¿usted qué haría?" Como si se pudieran sacar conclusiones. "¡Pero cómo dice eso!", estallan ambos grupos. En la confusión, los migrantes haitianos empujan la reja y entran a comprar agua, ir al baño. Llevan costales de coliflor y papas cuando...

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