Espera ecologista justicia en CIDH

AutorSilvia Garduño

Antes de que el Ejército lo detuviera, Rodolfo Montiel confiaba plenamente en esa institución del Estado mexicano.

"Creía que el gobierno era más honesto", comenta el ex dirigente de la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuya de Catalán (OCESP), en entrevista telefónica desde Estados Unidos, en donde permanece exiliado.

A unos días de viajar a San José de Costa Rica para presentarse en la audiencia pública en la que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) analizará su caso, dice estar convencido de que el Ejército comete en el actual combate al crimen organizado atropellos como los que sufrieron él y su compañero Teodoro Cabrera.

"Saben que nos tienen a todos intimidados y que les tenemos respeto. Pero en este caso yo sé, porque ya lo sufrí, que ellos, en esta guerra que traen, abusan, y que hay mucha gente que han agarrado que es inocente. Estoy seguro también que muchos han muerto injustamente, son inocentes", comenta.

Montiel y Cabrera, quienes encabezaban la lucha contra la tala inmoderada en la Sierra de Petatlán, que autorizaba el entonces alcalde, Rogaciano Alba, fueron detenidos el 2 de mayo de 1999.

De acuerdo con su denuncia, fueron torturados física y psicológicamente y obligados a firmar confesiones de que portaban armas de uso exclusivo del Ejército y traficaban marihuana.

La confesión bajo tortura fue la base para que el 28 de agosto de 2000 fueron sentenciados por un tribunal local a 6 años 8 meses y 10 años de prisión, respectivamente.

Bajo la presión de organizaciones nacionales e internacionales, el Presidente Vicente Fox liberó a Montiel y Cabera, por razones humanitarias, en noviembre de 2001. Sin embargo, el Estado nunca reconoció la inocencia de los dirigentes campesinos, no castigó a los militares que los torturaron y no reparó el daño ocasionado.

Luego de ser excarcelado, Montiel comenzó a ser intimidado. Hace 5 años decidió pedir asilo en Estados Unidos.

"Apareció un mono con mis características colgado de una soga en un árbol en el terreno donde yo trabajaba, hasta con lentes y todo. Pasó el tiempo, como que se tranquilizaron las cosas. Entonces puse mi puestito de ropa, en un pueblito de ahí. Cada que yo iba al puesto me estaba siguiendo un carro gris. Lo hizo por varios días hasta que un día ocho comandos del Ejército, como cucarachas, rodearon mi camioneta la catearon. Eso fue lo que me llevó a venirme a Estados Unidos y pedir asilo", relata.

Para el campesino resulta...

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