Escriben un teatro de tinta roja

AutorFernando de Ita

Desde hace tres años, los autores dramáticos menores de 35 años que han ganado premios locales y nacionales, y aquellos que están por hacerlo, se reúnen en la ciudad de Querétaro para mostrar sus obras y discutir sobre las nuevas formas y contenidos de su oficio, impulsados por Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (Legom) y Édgar Chías, de algún modo los hermanos mayores, teatralmente hablando, de los nuevos cronistas de nuestro tiempo.

Con sus excepciones y singularidades, se puede decir que el suyo es un teatro lumpen, en la medida que refleja la realidad de esa inmensa masa urbana que ya no se divide en clases sino en asaltantes y asaltados, en asesinos y víctimas. La violencia física y mental que conlleva sobrevivir en las zonas duras de la aldea global, ha trastocado la percepción de lo que está bien y lo que está mal para mantenerse vivo. De ahí que las obras de los jóvenes que están en contacto con esa lucha cotidiana por no morir, presenten con toda naturalidad los casos más extremos del delirio urbano.

En Quijada al mar, de Jacobo Reyna (1969), la única familia posible está formada por un boxeador que alardea de su homosexualidad, una madre ebria y beata, la hermanan lesbiana y el hijo condenado a vivir en una pecera por una enfermedad misteriosa. Esta parodia del melodrama cinematográfico de los años 50 no pasa de ser una caricatura popular, más tiene algo perturbador en su inversión de valores. En las zonas violentas de la ciudad no importa que Pepe el Toro sea homosexual, la madre alcohólica, la hija lesbiana, el hijo freak; lo único que cuenta es que salgan bien en la transa, que apañen el billete, que tengan éxito en la jugada. La amoralidad de los personajes les permite aceptarse tal cual son. Lo inmoral en este contexto es fracasar en la movida.

Llama la atención la manera tan franca y directa en que los jóvenes dramaturgos presentan la hamponería y la preferencia sexual de sus personajes. En Constantina, de Hugo Wirth (1981), la abuelita de la trama es una madrota que no tiene empacho en aceptar la homosexualidad de su nieto. El personaje central de Constantina es una diputada, escritora de novelas rosas, descuartizada por su marido que se masturba con sus historietas de amor. Quien piense que las ficciones dramáticas de este joven autor son brutales exageraciones de la realidad, debe saber que la experiencia personal del escritor rebasa sus historias teatrales.

Por algo, Legom dice de él: "Pocos autores mexicanos, ya...

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