La Escena / El pasado está aquí

AutorFernando de Ita

¿Por qué un compendio como el Teatro mexicano decimonónico, que la Editorial Cal y Arena pondrá en circulación la semana en puerta, es algo más que una pieza de museo? Porque la historia se ve de diferentes maneras en el mirador de los siglos. El estudio de Enrique Olavarría y Ferrari (1844-1918) sobre el teatro de sus contemporáneos da cuenta de un hecho artístico vivo que forma parte del fenómeno cultural de aquel presente. La investigación de Luis Reyes de la Maza (1932) sobre el teatro del siglo 19 es ya una visión del pasado en la que se valora, fundamentalmente, la literatura dramática de un periodo específico. En la revisión del teatro decimonónico que hace Rodolfo Usigli (1905-1979) en México en el teatro, el primer dramaturgo inglés nacido en México juzga que, salvo dos o tres piezas, el resto del teatro de nuestro siglo 19 es para el olvido.

Como dice en el prólogo el autor de la antología, Eduardo Contreras Soto, este severo juicio desalentó por un tiempo la lectura amigable de un teatro que desde entonces refleja el acotado personaje que ha sido el teatro en nuestra vida pública. Basta recordar el impacto artístico y social que siguen provocando en el teatro alemán los dramaturgos del siglo 19 para medir los modestos alcances que tuvo y tiene el teatro en México. Con esta conciencia, hay varias cosas que celebrar por la aparición de este volumen.

La primera, que una editorial privada tenga el coraje de publicar 15 obras de 12 autores mexicanos del siglo antepasado. Ya Conaculta cumplió con su deber editando los 20 tomos de Teatro mexicano: Historia y dramaturgia en los que el teatro decimonónico ocupa un lugar central. Hay que reconocer, con Contreras Soto, que la UNAM fue pionera en la publicación de las obras de Gorostiza, Peón Contreras, Calderón y Rodríguez Galván, y que en su memorable colección de Escritores Mexicanos, Porrúa dio carta abierta a Antonio Magaña Esquivel (1909-1987) para sentar el canon de aquel teatro.

La segunda gratificación es que Contreras Soto hizo su selección y su análisis con ojos de lector y público de teatro, para disfrutar, en principio, su objeto de estudio. Con la profusa bibliografía del teatro decimonónico bajo el brazo, el investigador se puso el bombín y el traje de domingo para pasear por el siglo que comienza en su antología con la Pastorela en dos actos (1813), de José Joaquín Fernández de Lizardi, y termina con El último capítulo (1905), de Manuel José Othón.

Caminando por esa alameda...

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