Escalera al cielo/ Rafael Castanedo (1942-2000)

AutorChristopher Domínguez Michael

El pasado 14 de abril murió Rafael Castanedo, uno de los hombres más queridos del medio cultural de México. Querencia discreta, lejana de los rituales públicos, la concitada por Rafael lo unió a esa tradición de maestros privados cuya presencia renueva la madurez de una cultura. Nacido en Salvatierra, Guanajuato, Castanedo estudió cine en París y fue el mejor editor cinematográfico de su generación, así como un musicalizador formidable. Por su propia naturaleza, la edición coloca a su artífice tras bastidores, en un sitio asumidamente menor, arte aplicada que requiere de la mano fría del matemático y de la voluptuosidad del soñador.

Rafael Castanedo editó películas de Paul Leduc, como John Reed. México insurgente, Etnocidio y Frida; El castillo de la pureza, El Santo Oficio, Principio y fin y Profundo carmesí de Arturo Ripstein, y con Felipe Cazals hizo El apando y Las poquianchis. Faltaría a la verdad si dijera que Castanedo vivió satisfecho con su reconocida maestría en la edición. Quiso dirigir y al menos en dos ocasiones estuvo a punto de hacerlo. En una de ellas, proyectó filmar la vida de Antonieta Rivas Mercado, mujer a la que redescubrió en los años setenta y a quien nunca dejó de honrar, cada año, con una veladora en Notre Dame. El filme, que protagonizaría Diana Bracho, fue ofrecido por la cleptocracia cinematográfica al director español Carlos Saura, quien hizo un bodrio del que ya nadie se acuerda. Afortunadamente, el canal 22 pidió a Castanedo el diseño y la creación cotidiana de su imagen, y más tarde, en ese medio realizó las series Mi primera película (1995), para festejar el centenario del nacimiento del cine, y Compositores del Siglo 20, ésta última inconclusa por su fallecimiento, así como El naúfrago de la Calle Providencia (2000), homenaje de Castanedo y Ripstein a su amigo y maestro Luis Buñuel, a quien filmaron en privado en su última década.

Miembro de esa aristocracia intelectual que floreció en el México de los años sesenta, Castanedo fue al mismo tiempo maestro y alumno de sus amigos, pues practicó la humildad sin la falsa modestia. Desde mi adolescencia y durante un cuarto de siglo, vi sentarse a la mesa de Rafael lo mismo a Premios Nobel que a los técnicos que trabajaban cotidianamente con él, a la gente de cine, a bailarines, pintores, escritores, compositores e intérpretes. Decía el doctor Johnson que caballero es aquel quien sabe ser rey en su propia mesa. El 31 de enero de 1997, por ejemplo, Castanedo tiró...

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