Escalera al cielo / Leñero y su mundo

AutorChristopher Domínguez Michael

Retratos reales e imaginarios escritos a la manera de crónicas y cuentos, los textos reunidos en Gente así. Verdades y mentiras (Alfaguara, 2008) ofrecen, con cierta generosidad, un extracto de las preocupaciones de Vicente Leñero (Guadalajara, Jalisco, 1933), uno de los escritores mexicanos más preocupados por el poder del realismo literario para interrogar a la vida y documentarla. Leñero ha sabido ser un investigador de la psicología de los poderosos y de sus victimarios, un moralista cuyas certezas religiosas y políticas no necesitan ser gravemente enunciadas para competir por la verdad pública. Se trate de León Toral, el asesino del general Obregón y antihéroe de El juicio (1971), de la "novela sin ficción" (Asesinato, 1985) que reconstruye la muerte de un par de pudientes abuelos en manos de su nieto, o de Martirio de Morelos (1981), el drama del héroe independentista resquebrajado por la Inquisición, a Leñero le interesa, como arte narrativo, la reconstrucción documental de los hechos. Pero siendo un periodista que habitualmente no necesita presentarse como juez, Leñero antepone la reserva metodológica del epígrafe del poeta argentino Antonio Porchia que presenta, amenazante, Gente así: "Quien dice la verdad, casi no dice nada".

Las mejores páginas de Gente así acatan esa regla metódica y la obedecen en los terrenos pantanosos de la vanidad literaria o del ajedrez, pero, sobre todo, en los dominios del catolicismo y de sus heterodoxos que, mayores o menores, son los protagonistas del libro. Se retrata, por ejemplo, al Padre Tomás Gerardo Allaz, publicista dominico de origen suizo que predicó con el ejemplo la pobreza evangélica, llegando, en la exhibición de ésta, a "la soberbia de la humildad" como el propio Leñero, a pregunta expresa, se lo dijo.

Leñero fue algo más que un observador participante en las tribulaciones del México católico posterior al Concilio Vaticano II y en Gente así, anecdotario y manual de varia invención, aparece el Obispo Sergio Méndez Arceo obligado a cometer un acto de caridad cristiana que no estaba previsto en su agenda, una vez terminada su reunión en Proceso, a cuyo cenáculo asistía como espía o como convidado de piedra. Y junto al obispo aparecen, citados como testigos por distintas voces narrativas, Gerardo Medina, el panista de la época mística que denunció la matanza del Jueves de Corpus de 1971; Antonio Estrada, el novelista de los últimos cristeros, o Iván Illich, el teólogo reformista yugoslavo a...

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