Escalera al cielo / Relectura de Los de abajo

AutorChristopher Domínguez Michael

De las relecturas obligadas por el Centenario de la Revolución mexicana, la más obvia y sugerente sigue siendo, he podido comprobarlo, Los de abajo, la novela que Mariano Azuela publicó por entregas en El Paso, Texas, en 1915, y que sólo una década después habría de ser descubierta por la opinión literaria. La novela es oportuna, genuinamente histórica, como pocos libros de su tipo suelen serlo: escrita a lomo de caballo durante la anticlimática aventura villista del doctor Azuela (1873-1952), captura un hasta entonces inadvertido movimiento de la vida colectiva y le otorga la novedad absoluta de la realidad novelesca. Es impresionante hacer la cuenta de todo aquello a lo cual se anticipó Azuela, al grado que si de hablar de inventores se trata, como es actualmente usual, bien puede decir que si la Revolución mexicana no existía, se inventó en Los de abajo.

Su redacción es contemporánea del expresionismo satírico con que Orozco dibujó en la retaguardia y, con él, Azuela desmistifica a la guerra civil antes que ésta sea mistificada: tan fuertes son los carboncillos prostibularios orozquianos como la escena de la borrachera de Demetrio Macías con La Pintada, su amante. Es anterior Los de abajo a la difusión mundial del acervo que hizo de la Revolución mexicana la primera en fotogenia de las convulsiones seculares y de no saberse que se publicó en 1915, se creería que Azuela se inspiró menos en lo que vio que en las fotografías. Es anterior, también, Los de abajo, a las estilizaciones murales de Diego Rivera, a las novelas y memorias de José Vasconcelos y Martín Luis Guzmán, publicadas como efecto de la irradiación de Los de abajo, y se anticipa, en la rotunda fuerza de sus imágenes, a Serguei Eisenstein, poco revisitado a la hora de averiguar de dónde vino la estética (a su vez, una ideología) de la Revolución mexicana.

Es un libro fundador, obra de un novelista profesional no demasiado dotado, a su manera burdo y esquemático, un cumplido artesano del naturalismo a quien le tocó ser partícipe de una iluminación. Lo dijo aquel olvidado escritor comunista, José Mancisidor y pese a la imitación explícita en el dicho, tenía razón: todos los novelistas de la Revolución venían de Los de abajo, como Dostoievsky había declarado que la literatura rusa enamanaba de "El capote", de Gógol. Mancisidor aclaraba de inmediato -sigo la documentación recabada por Jorge Rufinelli en su edición crítica de Los de abajo (Archivos UNESCO, 1988)- que él no compartía...

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