Escalera al cielo / El regreso de Remy

AutorChristopher Domínguez Michael

Remy de Gourmont (1858-1915), el crítico literario y narrador francés que Ezra Pound consideraba la encarnación de todo aquello que había sido la civilización entre 1885 y 1915, está de regreso. En el prólogo a su edición de los aforismos de Gourmont (Pasos en la arena, Periférica, Cáceres, 2007) se lamentaba Luis Eduardo Rivera de que en cualquier parte del mundo sus libros están fuera de circulación. Ya no es así: acaba de aparecer en Francia La culture des idées (2008), editado por Lafont en sus Bouquins y prologado por Charles Dantzig. Se trata de una rehabilitación en toda la regla, en un tomo que incluye, salvo las Promenades littéraires, lo esencial de la crítica de Gourmont: sus escritos filosóficos, sus "disociaciones de ideas", sus crónicas de viaje, la Física del amor (1903), que fue leidísima hace un siglo en varias lenguas y los panfletos sobre la guerra de un escritor a quien le costó muy caro haber dicho que no daría ni el dedo meñique por Alsacia y Lorena, las provincias perdidas por Francia en 1870.

Charles Dantzig, autor del Dictionnaire égoïste de la littérature française (2005), prosigue, en su presentación de Gourmont, con el ejercicio de esa mordacidad y ese humor que le han permito airear aquella literatura. Dice Dantzig de Remy que fue algo más que el crítico de cabecera de Le Mercure de France. Que fue, como Gustave Moureau en la pintura, un poeta alegórico. Que fue un gramático ocupado en la propagación de las palabras. En sus tiempos, por culpa de Baudelaire, se empezó a usar para todo la palabra "místico" como hoy se usa, entre los adolescentes, "cool". Que Remy fue el primero en quejarse de Verlaine y de Rimbaud, a quienes tenía por un par de majaderos. Qué habría pensado Gourmont, continúa Dantzig, de las personalidades múltiples que el siglo veinte le ha enjaretado a Rimbaud: católico, anarquista, rockero, punk, surrealista, ultrarrevolucionario. Fue Gourmont un escritor que hacía crítica, hiriente y gracioso. Pero leyendo La culture des idées, también se nota su legado como ese gran superficial (divulgador incansable, referencia de Pound, pero también de Ortega) que fue: no escribió Gourmont ningún ensayo memorable. Eso concluye Dantzig.

Puso Gourmont la nota escéptica, burlona, sexual, en una Bella Época que cultivaba el fanatismo. Se mofó de los conversos al catolicismo, que menudeaban y de los clientes iniciados en toda la gama de ofertas del mercado espiritual. El tiempo lo ha rejuvenecido: hoy parece más...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR