Escalera al cielo / El oficio de Pavese

AutorChristopher Domínguez Michael

Yo también hablo de Pavese. Releí El oficio de vivir (1954), que según mi muy errático recuerdo conocía yo bien por haberlo estrujado y subrayado durante algunos meses de la temprana juventud. En realidad, comprobé, no me recordaba de casi nada y, peor aún, lo tenía confundido, en un estante desvencijado de la biblioteca de la memoria, con las Cartas a Theo, de Vincent van Gogh, y el Diario de un seductor, de Soren Kierkegaard, leídos en aquel ánimo. Sólo la conocida frase final, como me di cuenta el otro día al verla citada en REFORMA por Juan Villoro, la tenía grabadísima: "Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más".

Había olvidado, o quisiera pensar que lo almacené como un recuerdo nutricio, que El oficio de vivir es, pese al título a la postre un tanto plañidero, un verdadero diario literario. Más que vivir, el oficio de Cesare Pavese (1908-1950) era, por fortuna, leer. Dado su suicidio, si es que eso puede decirse, su oficio de vivir no le resultó el suficiente para sobrevivir.

El oficio de vivir (traducido al español en fecha tardía, en 1979, por Esther Benítez, que tradujo todo Pavese) tiene poco que ver con el testimonio, manipulado por mi recuerdo, de un poeta maldito, de un conquistador empedernido o de un gigoló que se mata en un acto de supremo fastidio romántico, aunque algo haya en su vida de todo ello. Nunca se sabe por qué se mata la gente. El riesgo póstumo tomado por un poeta que se suicida, si acaso, estaba contemplado por el propio Pavese en la entrada de El oficio de vivir del 26 de abril de 1936: "No existe la tempestad sufrida locamente y luego la liberación a través de la obra, so pena de suicidio. Tan verdad es, que los artistas que verdaderamente se han matado por sus casos trágicos son de ordinario cantores ligeros, diletantes de sensaciones, que a nada aludieron en sus cancioneros del profundo cáncer que los devoraba. De lo que se aprende que el único modo de salvarse del abismo es mirarlo y medirlo y sondarlo y bajar a él".

Dijo Alberto Moravia que de Pavese quedaría más el intelectual que el escritor, que sus ideas importaban más que su obra. No sé si tenga razón, no lo creo y me pongo a leer, confieso que distraídamente, relatos y novelas pavesianas (Ciau Masino, El camarada, Esa tierra) y admiro la atmósfera, la falsa vocación realista, el tino poético que falta en muchos de sus versos, en los regulares. Vuelvo a El oficio de vivir, que es el cuaderno de un lector, de un crítico y encuentro...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR