Escalera al cielo / La novela punk de Maiakovski

AutorChristopher Domínguez Michael

Esa temblorina me ha provocado la lectura de Prohibido entrar sin pantalones (Seix Barral, 2013), la novela que Juan Bonilla (Cádiz, 1966) ha dedicado al poeta Vladimir Maiakovski, primero futurista ruso, luego poeta soviético, finalmente suicida. A los mexicanos que alcanzamos a educarnos entre los vestigios del bolchevismo, Maiakovski (1893-1930) nos recuerda a una perorata célebre del hoy también centenario José Revueltas, quien le rogó a las altas potestades del materialismo histórico y dialéctico un remedio para que "no volviera a suicidarse Maiakovski". Lo cual quería decir que bajo la dictadura del proletariado debería imperar esa libertad artística cuya ausencia provocó el suicidio del autor de La nube en pantalones (1915). Cuando Maiakovski empezó a sentir que se le venía encima el realismo socialista, con su mojigatería, decidió matarse.

Ésa era la versión de Revueltas y la que yo heredé. La de Bonilla, quien con Prohibido entrar sin pantalones acaba de ganar la I Bienal de Novela Mario Vargas Llosa convocada en Lima, es otra. No es que en esta novela cuidadosamente documentada se ofrezca otro desenlace al destino de Maiakovski, sino que el orden de los factores altera el producto. O lo alteró para mí. El Maiakovski de Bonilla es, como dirían los peninsulares, un gamberro y, como se decía en México, un azotado, un atacado, un gandalla. Aunque la vida de este rebelde sin causa (es decir, creía tener todas las razones del mundo para rebelarse y, al final, quedándose sin causa, se mató) transcurrió entre el zarismo y el sovietismo, durante la Revolución rusa, en cualquier otra sociedad, se hubiese, fatalmente, rebelado. Bonilla lo ha convertido en un antihéroe punk sin necesidad de cambiar gran cosa de su biografía. Su periplo se confunde, por qué no, con el de Sid Vicious o con alguna otra estrella declinante, autodestructiva y fugaz del rock.

Los ires y venires de Maiakovski entre la poesía y la política, sus esfuerzos de seguir siendo ferozmente antiburgués en una sociedad cuya impredecible novedad era la imposición totalitaria de todas las convenciones y de todos los conformismos, es la materia de Prohibido entrar sin pantalones. Pero el narrador español, a diferencia de lo que yo hubiera hecho en el muy hipotético caso de que alguien me hubiera obligado a escribir una novela sobre Maiakovski, no se permite juzgar al poeta ni al comunismo soviético. Siguiendo el sabio consejo de Chéjov, Juan Bonilla no nos cuenta por qué unos...

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