Escalera al Cielo / Novela para armar

AutorSergio González Rodríguez

En su nuevo libro La muerte me da (Tusquets), que se vierte en el universo de lo novelístico, Cristina Rivera Garza incursiona en la potencia de devenir -en el sentido que Gilles Deleuze le da al término: escribir es siempre devenir en algo- en un asesino en serie que castra a sus víctimas. Un día comienzan a aparecer en la ciudad, cualquier ciudad, cadáveres de hombres castrados. El o la asesina agrega, al estilo del clásico Jack el Destripador, sendos mensajes: versos de la poeta argentina Alejandra Pizarnik (1936-1972). La trama de pánico, metaliteratura, parodia y grafomanía está planteada así en este thriller teorético (algo que se dirige al saber teórico, no alude acción ni a la práctica en la realidad). Y cuando toda la escritura parece apuntar al examen de la victimación y su contraparte abusiva, que surge de aplicar un dicterio de la filósofa Renata Salect acerca de entender el complejo de castración como un mecanismo que iguala a las personas y permite el reconocimiento del otro como tal, la autora inicia su juego especulativo, y deviene también en una serie de figuras: la Detective, la Informante, la Periodista de la Nota Roja, la Escritora de Anónimos Criminales, etcétera.

En la literatura hispanoamericana, La muerte me da se desprendería del horizonte que, en el linde de lo moderno a lo posmoderno, trazaron lo mismo Salvador Elizondo que Juan José Saer. En el caso de Cristina Rivera Garza, sin dejar de lado las semejanzas con las posibilidades del punto de vista narrativo que exploró el proyecto saeriano, en especial el mecanismo de desdoblarse -quién narra, quién escucha, dónde resuena-, o la comprensión del "teatro mental" en tanto escena del relato, la autorreflexión y el desmembramiento de la escritura elizondiana -por lo que no faltará quien asegure que la semilla de La muerte me da está toda en Farabeuf-, la red de relatos brota de las preocupaciones de la escritora frente a los productos, acertijos y prospectivas lacanianas y líneas anexas de la academia posfeminista y posmoderna. Hay allí una narrativa que trasciende no sólo la linealidad, el propósito unitario, la personificación y la arquitectura totalizante de las novelas tradicionales, y elige, en cambio, el ensamble de fragmentos, imágenes, registros de intimismo, percepciones y conceptos puestos en marcha a partir de crear un nodo narrativo. Es decir, la ficción como un espacio real o que remite a lo abstracto en alternancia, donde se implican las fronteras con...

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