Escalera al Cielo / El mandarín tragón

AutorSergio González Rodríguez

Hoy por hoy, Jürgen Habermas es la gran figura de la filosofía alemana y su influencia internacional resulta inobjetable, pero en los últimos días ha estado en el centro de una polémica en Europa no por razón de su obra, sino debido a que, mediante un mandato judicial, logró impedir que circulara el libro póstumo y autobiográfico del historiador Joachim Fest, titulado Yo no.

En alguna de sus páginas, Fest, el célebre biógrafo de Adolf Hitler y especialista en el tema del nacionalsocialismo, refiere una circunstancia: una vez se le mostró una carta a "uno de los mayores filósofos" alemanes en la que éste, un adolescente de 14 años cuando la escribió, declaraba a un amigo, Hans-Ulrich Wehler, su apoyo ferviente a los nazis.

El episodio de mostrarle aquel documento incriminatorio sucedió décadas después de escrita la carta y lo realizó el propio Wehler. Fest se limita a consignarlo. (Carlos Álvaro Roldán, "Habermas detiene venta de autobiografía", El Mundo, 6 de noviembre de 2006).

Lo significativo del episodio aconteció en el momento en el que, ante tan incontrovertible escrito, el filósofo tomó el documento, se lo introdujo en la boca y lo devoró sin más. Gulp.

En México, donde podemos presumir de anticiparnos a casi cualquier fechoría o picaresca con lo que registra nuestra historia, hay desde luego antecedentes de este tipo de conductas. Por ejemplo, el legendario y tenebroso abogado Bernabé Jurado, que hizo carrera medio siglo atrás, tenía fama de hacer cosas semejantes, y se cuenta que más de una vez, y frente a los ojos de los mismísimos jueces, solía desaparecer documentos probatorios, con lo que lograba entorpecer cuando no destruir el proceso de por medio.

Sin embargo, sorprende mucho encontrar aquello en boca, o mejor dicho, estómago, de una de las grandes personalidades del mundo intelectual del siglo 20 hacia el 21. Ante el riesgo del descrédito público, Jürgen Habermas no se hizo de la boca chiquita.

Los editores de Joachim Fest, que a lo largo de los años mantuvo una discordia ideológica y personal con Habermas, se quejan de que en el libro ni siquiera se nombra al autor de la teoría de la acción comunicativa, por lo que resulta improcedente la actitud del juez que ordenó retirar la edición de Yo no y expurgar el párrafo alusivo: el pez por su boca muere. Prometen, claro está, inconformarse en los tribunales.

El escándalo acontece en un momento en el que aún perdura el revuelo que causó la tardía confesión de Günther Grass en su...

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