Escalera al cielo / Los ladrones viejos

AutorSergio González Rodríguez

Hay universos de representación y recepción fílmico-literarios en la cultura mexicana que se han impuesto a la propia realidad hasta modificarla, al menos en el plano de las percepciones colectivas. Uno es el campo, otro es la ciudad. El tercero, menos prestigioso, quizá por ir contra las normas y la moral social, es el ámbito carcelario y delincuencial.

Desde los directores de cine como Emilio "El Indio" Fernández, Ismael Rodríguez, Luis Buñuel o Felipe Cazals, y los escritores como Mauricio Magdaleno, José Revueltas, Álvaro Mutis o Armando Ramírez, ha crecido en el público una idea prestablecida de aquellos submundos o espacios marginales. Son tan arraigados y eficaces tales registros que cada vez que el lector o espectador se ve confrontado con el crimen verídico o imaginario acude de inmediato dicha sustancia cultural. El país de lo carcelario-delincuencial acontece tres veces: una vez en la idea heredada, la segunda vez en la realidad y la tercera en el registro contemporáneo de cada persona.

En aquel ámbito, la realidad se interpreta de una manera específica, en donde no sólo aquello que se presenta como real no puede ser verdadero, sino que se expresa mediante un juego de valores y contravalores distinto a las comprensiones legales y el marco formal. En México, la nota roja ha sido por razones tradicionales un tema de primera línea en lo informativo y, al mismo tiempo, en lo político. Por algún entendimiento producto del impacto de los submundos imaginarios, una red secreta une lo carcelario-delincuencial con el poder político y económico.

En una sociedad desigual y conservadora como la mexicana, los hechos tienden a ratificar lo preconcebido, lo imaginado, lo temido a causa de las deficiencias y corruptelas institucionales. La teoría del complot se llama crimen organizado, y suele practicarlo la gente de poder, capaz de recurrir a la paralegalidad o la ilegalidad franca con el fin de garantizar su estatuto privilegiado. La verdad, la ley y la justicia son privilegios excluyentes. De allí que los criminales pertenezcan al mundo de los derrotados que unen su heroísmo inverso con la fatalidad colectiva y el destino difícil, donde "el que la hace, la paga", siempre y cuando no sea rico o poderoso.

Bajo semejantes incidencias se ubica la fuerza del excelente relato fílmico Los ladrones viejos: Las leyendas del artegio, de Everardo González. A pesar de acudir al recurso visual de rescatar documentales de tres décadas y media atrás que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR