Escalera al Cielo / Jünger: 1971-1980

AutorChristopher Domínguez Michael

En Cultural Amnesia. Necessary Memories from History and Arts (Norton, 2007), la enciclopedia de autor que el crítico británico Clive James acaba de publicar, Ernst Jünger (1895-1998) ocupa, en solitario, la entrada correspondiente a la letra J. No es extraño que así ocurra: a punto de cumplirse una década de la muerte de Jünger, a los 103 años, su figura, a la vez luminosa y sombría, se ha impuesto menos que como la del protagonista, como la del ambiguo dueño del "estilo de los tiempos", según dice James en su agridulce comentario. Jünger es, por definición, el testigo del siglo y su testimonio no puede ser tomado en cuenta sin el imperativo de la reticencia más franca y la duda más asombrosa.

Tusquets continúa, en español, la publicación de la gran memoria escrita por Jünger. Con Pasados los setenta II. Radiaciones IV Diarios (1971-1980), la edición alcanza su cuarta entrega y sólo resta esperar los tomos correspondientes a los periodos 1980-1986, 1986-1990 y 1990-1996, que ya han sido publicados en alemán, por supuesto, y en francés. En la traducción de Isabel Hernández ofrezco al lector algunos pasajes de una obra que, al irse publicando con los años semeja al funcionamiento de ese reloj de arena que el escritor alemán tuvo por emblema.

14 de marzo de 1971. El sueño es una partida de ajedrez que el espíritu disfruta en su propio campo. Al hacerlo se le permite echar un vistazo tras los escenarios del mundo espacio-temporal. Su curso se desvía con tales visiones, como si un rollo de película fuera hacia atrás o se proyectara hacia el futuro. Causa y efecto parecen mágicamente intercambiados.

5 de mayo. Nietzsche vio en Napoleón un pedazo de granito que había salido de la formación primitiva, con Hitler se tiene más bien la impresión de una erupción de magma. Aries tiene que hacer su jugada. El general Konrad, a quien conocí en el Cáucaso en 1943, decía que a Hitler le faltaba concentración en el punto esencial: podría ser cierto.

19 de noviembre de 1972. Cuando conocí a Darwin -y esto ocurrió muy pronto- se acabaron los rezos. Más tarde, había cumplido veinte años cuando me encontré ante una trinchera sobre la que llovían las balas. Estaba solo, tuve que meterme en una zanja.

- Aquí sería necesaria una oración. Pero si hasta ese momento no lo he hecho, ahora sería mezquino de mi parte.

Djerba, 9 de octubre de 1973. En la orilla, una tortuga enorme, varada, muerta. Bajo ella, sangre; ¿la habrán atravesado con una lanza? Lo antediluviano...

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