Escalera al Cielo / El genio del orientalismo

AutorChristopher Domínguez Michael

En el pequeño y acogedor Museo de la Vida Romántica de París debe estar descolgándose, hoy 3 de diciembre, la exposición dedicada a Pierre Loti (Julien Viaud, 1850-1923), uno de los escritores que, tan célebre hace un siglo, está de regreso del purgatorio. Nadie como los franceses para reinventar, curándola museográficamente, su tradición. Cuadros de Eugène Delacroix, de Fromentin, de J.L. Gérome, de Gabriel Decamps, Léon Belly y Alexandre Bide ilustran las aventuras de Loti, en una exposición cuyo catálogo se titula Pierre Loti: Fantômes d'Oriente. Loti, oficial de marina, recorrió Arabia y Persia, la India y el Japón y le dio la vuelta al mundo por el estrecho de Magallanes y tuvo en Constantinopla (Estambul desde 1929) su eje no sólo geográfico sino emocional. Sería muy instructivo, por ejemplo, leer a Loti, empresario de lo que actualmente se designa peyorativamente como orientalismo que fue en contraste con Orhan Pamuk, el primer Premio Nobel turco.

Él mismo dibujante magnífico e ilustrador de abanicos, Loti fue, antes que un escritor, un decorador de interiores y sus novelas están lujosa y excéntricamente amuebladas como su casa natal en Rochefort, compuesta de salas, pabellones y pagodas dedicas al gótico, al Renacimiento, al Japón, al mundo árabe. Heredero del gran orientalismo decimonónico, el de Delacroix, Flaubert, Gauthier y Nerval, Loti escribió novelas como Aziyadé, fantasma de Oriente (1892) y Las desencantadas (1906) lo mismo que una serie japonesa que fue decisiva para los modernistas en lengua española. El gusto literario va cambiando: después de su muerte, la obra de Loti fue condenada como la de un orientalista de pacotilla y un hombre inculto, cuyas escasas lecturas se notaban en la pobreza de su expresión y en la mediocridad de sus tramas. Pero algunos de esos defectos pasan actualmente como virtudes y críticos franceses contemporáneos como Antoine Campagnon aprecian en Loti la precisión sintáctica y la economía de medios. Escribir apenas novelas y apenas libros de viajes y quedarse a la mitad del camino, como ocurre en la obra de Loti, es muy atractivo para un gusto como el nuestro, entusiasta ante el mestizaje de los géneros.

Rafael Solana, el dramaturgo que fue estricto contemporáneo de Octavio Paz y Efraín Huerta, publicó en 1969 un libro no desprovisto de utilidad y nobleza, Musas latinas (FCE), dedicado a Loti, a Giuseppe Verdi y a Eça de Queiros, éste último entonces olvidado. En fin, que Solana nos cuenta...

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