Escalera al cielo / Ficción paranoica

AutorSergio González Rodríguez

La reflexión divergente forma parte de la narrativa de Ricardo Piglia. Las tramas de sus relatos y novelas son retrospectivas y prospectivas. Un mecanismo destructor frente a las convenciones del realismo. Su obra implica una conjura peligrosa y un desafío mayor, siempre cumplido, como lo atestigua su gran novela recién publicada Blanco nocturno (Anagrama), que sintetiza y amplía las obsesiones creativas de Respiración artificial, Plata quemada y La ciudad ausente. Un auténtico festejo literario.

En La ciudad ausente, Piglia plantea la máquina de traducir que, en su imperfección, transmuta los requerimientos originarios en historias insólitas. Una máquina con un conjunto variable de núcleos narrativos que aprende a narrar mejor mientras narra. Su ventaja está en la plasticidad permanente de lo que crea. La expectativa incrédula que sabe despertar en el lector conduce a historias explosivas que relampaguean en las páginas de los libros. La novela última de Piglia encuentra allí su germen.

Blanco nocturno comienza con la llegada de un intruso a un pueblo de la provincia de Buenos Aires, un mulato estadounidense -jugador- que nadie entre los aldeanos sabe bien a bien por qué ha llegado allá. Su amorío con las hermanas Belladona será un escándalo. Un día, después de un lance de apuestas, aparecerá asesinado en su cuarto de hotel. La máquina de narrar comienza su tarea.

Como es de esperar en una novela de Piglia, lo que se advierte de inmediato nunca tendrá que ver con el resultado final. La combinatoria de los puntos de fuga narrativos -que incluye por una parte a los amantes, el pasado del muerto, la familia de las hermanas Belladona, los adversarios en juego y, por otra, a las instituciones de poder en el pueblo (policía, fiscal, gente de dinero, etcétera)- impondrá la pugna de lo abyecto sobre la ley: las tensiones seculares entre lo inmanente y lo trascendente, el misterio de lo supralegal y las pulsiones más humanas de la ilegalidad.

La narrativa argentina está en la vanguardia de la lengua española. Mientras España suele favorecer los prestigios convencionales del acto de narrar -en franca imitación del modelo anglosajón, de las directrices de su mundo editorial- y desconfía demasiado de las innovaciones, los escritores argentinos consuman un vasto e intenso replanteamiento de lo consabido. Dan cuenta de esto las obras de Fogwill, César Aira y Piglia o, entre los de menor edad, Rodrigo Fresán y Martín Kohan. En Chile comienza a buscarse...

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