Escalera al Cielo / Un estudio de mujer

AutorChristopher Domínguez M.

El lenguaje de las orquídeas (Tusquets, 2007) es la primera novela de Adriana González Mateos (Ciudad de México, 1961), autora que había publicado antes un par de volumenes: los Cuentos para ciclistas y jinetes (1995) y un ensayo sobre Borges y Escher (1996). Hizo bien González Mateos en dejar pasar el tiempo para escribir y publicar su primera novela: en ésta es notorio el dominio de un tema -el incesto- que en otras circunstancias habría sido sometido, de forma inevitable, al imperio de las emociones escandalosas.

El lenguaje de las orquídeas es, en contraste, lo que en la literatura decimonónica se conocía como un "estudio de mujer", aquellos retratos psicológicos que fueron tan imitados. Esa manera de dibujar aparece, en González Mateos, beneficiada por una lectura generacional: los últimos relatos de Marguerite Duras.

Quiero decir que González Mateos se ha servido de lo necesario, de lo artísticamente indispensable, para escribir una novela corta de 112 páginas que recrea la virtud corrompida, un viejo asunto. Salvo en aquellas páginas en que González Mateos se distrae con un personaje que en realidad no viene a cuento -la proverbial abuela-, El lenguaje de las orquídeas narra, en una sola pieza, la aventura de una adolescente seducida por su tío.

La he llamado, a propósito, heroína, pues ¿qué otra cosa sino un héroe es aquel personaje que libra un peligroso rito de paso o de ceremonia de iniciación?

El lenguaje de las orquídeas transcurre en la Ciudad de México, en el interior de una familia ordinaria de clase media católica, en los años 70 del siglo pasado.

Es un grave accidente que culmina en la hospitalización lo que pone a funcionar la memoria de la niña convertida en mujer.

Pero la autora guarda un equilibrio gimnástico que le impide victimizar a su heroína, tensión intelectual que es, acaso, lo más interesante del libro. González Mateos se mantiene en tensión de frente a los imponderables prejuicios morales de nuestra época.

Ella sabe que lo que actualmente juzgamos como "abuso sexual" fue, durante siglos, una forma natural, a veces encubierta, a veces no, de relaciones intergeneracionales.

Creo que la novelista contempló recibir una pregunta incómoda, que hoy sería o necia o políticamente incorrecta, y referiría a por qué es necesariamente mala o negativa una iniciación sexual de esa naturaleza, pregunta que no se hizo, por ejemplo...

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