Escalera al cielo / El dibujo de Martín Solares

AutorChristopher Domínguez Michael

Solares apela a las fuentes del ensayo como género, ofreciendo soluciones abiertas a problemas difíciles, en este caso, a través del humor que en el tamaulipeco (nació en el puerto de Tampico en 1970) se traduce en "dibujar" sus ideas.

Con Solares, sólo Luigi Amara, en su generación, ha apostado por el ensayo puro, si es que el famosamente llamado "centauro de los géneros" admite la pureza como una característica. Amara es denso y barroco, un espíritu contrariado por el mundo que busca la manera de ver las cosas al revés, mediante la delectación morosa, mientras que Solares se empeña en una suerte de remedio para las enfermedades profesionales del narrador: saberse ese hombre al cual puede hacerlo inmensamente feliz inventar o construir un personaje.

Ensayo literario puro, convengamos, es Cómo dibujar una novela, donde Solares rinde homenaje al género. Superficialmente y con el donaire de quien sobrevuela en sueños sin tocar tierra, con prosa amable, Solares, nos lleva de la mano por los prolegómenos de la novela, incluyendo el íncipit (donde se olvidó de mencionar a un José de la Colina abriendo esa puerta) y la dedicatoria, así como la poderosa y enigmática relación, propuesta por Louis Aragon, entre la frase primera y la frase final de una novela. Recurre a Pedro Páramo, pues Rulfo, como lo anuncian los editores (ERA, 2014), está en el corazón de este libro.

Ese ensayo es el resultado del trabajo en equipo llevado a cabo por un grupo de escritores, incluido Solares, quienes compararon en 1994 los primeros esbozos de Pedro Páramo, los Cuadernos de Juan Rulfo y el borrador de la novela depositado por el autor en el extinto Centro Mexicano de Escritores con la versión definitiva. Narrativamente dispuesto, el ensayo explica, sin que en apariencia nada falte ni sobre, cómo Rulfo más que escribir, borraba, privilegio operativo de los verdaderos genios y fue adelgazando o podando su novela hasta convertirla no en un animal ni en una planta, sino en una cosa del orden mineral, un diamante. Rulfo, insiste Solares, no construía a sus personajes, sino los difuminaba, descartando casi todas sus identidades hasta dejarlos (se me ocurre a mí) en esos nombres inscritos en las lápidas de los cementerios que según confesión del autor de Pedro Páramo, lo inspiraban.

Regente de un taller literario en español en París...

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