Escalera al cielo

AutorChristopher Domínguez Michael

La letra del artículo 33

Ya no existe ni la cortina de hierro ni la cortina de nopal. Vivimos en un planeta donde, al fin, el destino de cada nación y de cada individuo es asunto de quien quiera opinar. Yo no estoy de acuerdo con las opiniones de José Saramago sobre Chiapas, pero jamás he puesto en duda su derecho a expresarlas, sea en Lanzarote o en San Cristóbal. Lo mismo se aplica a Mario Vargas Llosa, quien dio, la semana pasada, su voto moral por uno de los candidatos a la Presidencia de México: Vicente Fox.

De inmediato, al grito de viva el mole de guajolote, parlamentarios del PRI y del PRD pidieron la aplicación del artículo 33 para el novelista peruano. Incluso, cuando quisieron ejemplificar, olvidaron que Octavio Paz, mediante un video, apoyó en 1990 la campaña electoral de Vargas Llosa en el Perú.

Esa interpretación del artículo 33 será destinada al justo olvido por todos los actores políticos: los partidos democráticos requieren legitimidad internacional y los movimientos sociales necesitan del turismo revolucionario. Ni modo.

Pero hay un lugar de la república donde rige el artículo 33, una decrépita ciudad-Estado situada en el sur de la Ciudad de México, la Universidad Nacional Autónoma de México, donde quienes disienten en público son expulsados a empellones y gargajos por los guardias rojos del CGH, esa variante cantinflesca de la revolución cultural proletaria. Gilberto Rincón Gallardo, candidato de Democracia Social a la Presidencia de la República, seguramente no será la última víctima de la expedita aplicación del artículo 33 en la UNAM.

Nada cabe esperar de los medios impresos que casi aplaudieron la vejación contra Rincón Gallardo, pues si han defendido a la ETA en España no veo por qué les vaya a acongojar la excitación de los turiferarios "chavos". Importa exigir al próximo gobierno su propuesta para modificar radicalmente el estado de excepción que priva en la UNAM, planear su descentralización académica y administrativa, y hasta su liquidación como tal por ser una institución secuestrada por quienes niegan las libertades y garantías comunes, idealmente, al resto de los mexicanos. Sólo falta que el Congreso Universitario, de realizarse, ponga a votación -para consolar a la chaviza- la libertad de cátedra.

¿Quién impedirá esa discusión nacional? No sólo el CGH y sus previsibles metamorfosis, sino una opulenta burocracia universitaria, acostumbrada a la ociosidad y al derroche, para quien sería suicida cerrar el...

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