Escalera al Cielo

AutorChristopher Domínguez Michael

Gallegos Rocafull: la agonía de un mundo

Hasta hace unas semanas vivía yo en la ignorancia de quién fue José Manuel (¿o José María?) Gallegos Rocafull y cuando escuchaba su nombre me imaginaba, vagamente, que se trataba de algún personaje de los Cuadernos de Gofa, esa inmortal crónica de una civilización imaginaria que escribió mi maestro Hugo Hiriart. No andaba yo tan desencaminado: es Hiriart quien prologa La pequeña grey (Jus, 2005), de Gallegos Rocafull, un libro en verdad extraordinario que se suma a esa honorable biblioteca que reúne a todos aquellos espíritus que intentaron exorcizar las guerras de religión que sangraron al siglo veinte.

Estas memorias -los editores no aclaran que se trata de un inédito recuperado por Jorge Palacios- comienzan en julio de 1936 y terminan en la Ciudad de México en noviembre de 1939. En el ínterin, al Padre Gallegos Rocafull le ha tocado vivir la Guerra Civil española, como testigo impotente de la matanza, primero en Valencia, luego en Barcelona, entrando y saliendo de España con destino a Bruselas y a París, lugares donde discute, con un pequeño grupo de jesuitas y dominicos, la instrumentación de una causa perdida. Suspendido como canónigo de la Catedral de Córdoba y como lectoral del seminario de Granada, tratará Gallegos Rocafull de conciliar su obediencia de sacerdote con su lealtad a la República española, condenando aquí y allá, la monstruosa dramatización de la rebelión franquista como una Santa Cruzada contra el comunismo. No estará solo Gallegos Rocafull en ese esfuerzo de reflexión dolorosa, de caridad urgente y de escasa esperanza: muy pronto, figuras católicas de las dimensiones de Jacques Maritain, Franìois Mauriac y Georges Bernanos darán un paso al frente, horrorizados ante los crímenes de aquellos nacionalistas con los que familiarmente habían simpatizado. No era fácil, a su vez, limpiar la reputación anticlerical y anticatólica de una República que había comenzado su andadura con aquella inoportuna declaración de Manuel Azaña, quien antes de ser presidente se había alegrado al corroborar que España había dejado de ser católica, mala fama que se vio respalda en los hechos por una serie de gobiernos republicanos que toleraron, por decir lo menos, el vandalismo de los anarquistas, quienes quemaron iglesias, profanaron el culto, fusilaron sacerdotes y violaron monjas. Pero "existe por lo menos un crimen", escribió Bernanos en Los grandes cementerios bajo la luna, "que los más abyectos...

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