Escalera al Cielo

AutorChristopher Domínguez Michael

Ignacio Echavarría, la crítica agraviada

No conozco personalmente al crítico literario español Ignacio Echevarría, pero como en cualquier literatura -y particularmente en las de España y América Latina- somos tan pocos los críticos literarios, me siento agraviado, más allá de la solidaridad gremial, por lo que le ha ocurrido. En una carta abierta (9 de diciembre del año pasado) del propio crítico a Lluís Bassets, director adjunto de El País, Echevarría informaba su decisión de poner fin a 14 años de colaboración con ese diario. Las razones de esta renuncia, recapitulando, se deben al virtual despido del crítico, una vez que publicó, el 4 de septiembre de 2004, una reseña muy negativa de El hijo del acordeonista (Alfaguara), la novela más reciente del escritor vasco Bernardo Atxaga. Tras la publicación de la reseña de Echevarría, junto a una campaña de desagravio de Atxaga, dejaron de publicarse las siguientes entregas del crítico, orillándolo a renunciar.

El Grupo PRISA, que edita El País y Babelia, su suplemento cultural, es al mismo tiempo propietario de Alfaguara, otrora una magnífica editorial literaria que a principios de los años noventa fue transformada en una poderosa difusora de literatura industrial en España y en América Latina. Sin duda, el catálogo de Alfaguara es muy rico y en él permanecen numerosos escritores de primer orden, pero la tendencia de esta empresa y de sus sucursales latinoamericanas es conocida: trueque de la literatura por la fiction, transformación del escritor en estrella mediática y venta al público de productos editoriales presentados, con variable falsía, como obras artísticas.

El fenómeno es mundial y arrollador, ciertamente, pero el caso Echevarría es una llamada de atención sobre las consecuencias nefastas de la mercantilización extrema sobre el mundo editorial, la vida cultural y la crítica literaria. Que el suplemento cultural de uno de los mejores periódicos del mundo -el diario que simboliza, nada menos, a la España de la democracia- prescinda, por no plegarse a la mercadotecnia de la empresa, de su principal crítico literario es un ominoso signo de los tiempos.

En Babelia, un suplemento donde la crítica ha sido regularmente sustituida por el cachondeo mediático, la voz de Ignacio Echevarría era de las pocas que alcanzaban un timbre de independencia, y no siempre, pues era notorio que el crítico se andaba a tientas en la jungla de los intereses creados, de los homenajes en vida y de las apuestas...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR