Es tiempo de evocar

AutorAlejandro Alvarado

Andrea aprieta la mandíbula, sigue a la piñata con la mirada y se lanza a palazos. ¡Saz!, el primero le vuela el último pico que tenía, el segundo se va de lado y el siguiente acierta y cae entre los niños. Es rápida, antes que todos, la toma y corre para sacudirla y que vuelen los dulces.

Es tiempo de posadas y en el templo del barrio de Mexicaltzingo no faltan los niños, puntuales, algunos con su báculo imitando a los pastores que iban a Belén, rezan el Rosario a los pies del altar, una costumbre que se remite hasta el siglo 16, con la conquista espiritual en la Nueva España.

La primera Navidad que se celebró en México fue en 1528 con Fray Pedro de Gante, pero fue casi cuatro décadas después cuando se realizaron las posadas, o misas de aguinaldo en donde se repartía fruta, que es precisamente el antecedente de la bonificación que recibe el empleado en estas fechas.

Los niños son inquietos. Mientras rezan, juegan discretamente hasta que de un jalón los aplacan. Terminan con una rápida persignación y en fila salen del templo con la imagen de José y María. Afuera se dividen, unos ingresan a las oficinas y el resto espera afuera.

Cantan en el nombre del cielo y piden posada pues no puede andar María, la esposa amada de José: un canto anónimo del siglo 18 que se mantiene, aunque no de memoria porque lo llevan en sus hojas impresas.

La posada está seca, ahora no se repartió el ponche entre los feligreses, como lo hicieron las monjas desde las primeras fiestas, en el siglo 16. Ellas preparaban la bebida caliente en los conventos con harta fruta de temporada, nunca podía faltar el tejocote. Ahora hay refresco.

Dionisia García de Alba, o mejor conocida como Nicha, la maestra que ha impartido catequismo durante 76 años en este templo, extraña el ponche con piquete y buñuelos que antes se repartían. Ahora hay baile y bebedera, y se confunde a la posadas como parranda, lamenta.

Luego de algunos rechazos, los niños que están en las oficinas ofrecen un rincón a José y María, y aunque es pobre la morada, la dan de corazón, cantan desentonados: y rápido, dejan las imágenes religiosas y van al patio para quebrar la piñata.

Hay...

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