'Todo es pura tristeza'

AutorGerardo Olvera

El olor a quemado se confunde con el de basura y polvo que se levanta con el viento afuera de las viviendas que fueron arrasadas por el fuego, que consumió ayer tanto vehículos como personas en Ecatepec.

En San Pedro Xalostoc, 12 horas después de que una pipa de doble remolque, que transportaba gas LP, provocará una explosión en el kilómetro 14 de la Autopista México-Pachuca, con dirección al DF, los habitantes tenían los ojos vidriosos.

Algunos lloran afuera de los restos de sus casa, mientras que otros intentan recuperar algo de entre los escombros.

Sobre la Avenida de las Torres, justo donde cayó el contenedor, aun se respira el olor a humo, acompañado de basura acumulada que los habitantes juntan para poder reciclar algo de cartón o madera y poder subsistir.

Cleto Arroyo Hernández aguarda sentado frente a la camioneta de sus hijos, junto a sus cuatro perros. Él dice que no se moverá hasta que todo regrese a la normalidad.

Integrantes de otra familia, de la cual sólo dos integrantes permanecen en el interior, comentan que esperarán hasta que una autoridad les entregue un documento que avale el sitio que ocupa su casa que terminó casi destruida.

"Aquí no hay nada que se roben; todo es pura tristeza y los niños ya se fueron con otros familiares, pero uno nunca sabe y se pueden llevar algo", señaló uno de los integrantes tras una reja donde se apreciaban ventanas destrozadas y juguetes de plástico retorcidos por el calor de la explosión.

La zona siniestrada es considerada por las autoridades de alta marginación, pues la principal manera de subsistir de sus habitantes es a través de la recolección de desperdicios y el reciclaje.

Dentro de un predio donde habitaban 10 familias, las casas están construidas de cartón y madera, y algunas con paredes de tabique.

Tras el accidente, el fuego derritió instrumentos de cocina y abrazó hasta la muerte a sus ocupantes, quienes fueron sorprendidos en las camas, dijeron vecinos.

"Aquí no quedó nada, parece que fue aquí el primer estallido y los tambos que contenían el agua se derritieron.

"No quedó nada, ni colchones, ni un vaso. Todo se perdió", dijo en voz baja un residente, quien prefirió no identificarse.

Los habitantes que se negaban a abandonar sus viviendas se asomaban a través de las ventanas vigilando de cerca el cordón se seguridad que pusieron las autoridades.

De vez en cuando salían a hablar por teléfono para avisar a familiares cómo iba todo y qué iba a pasar con ellos. Parecía que no habían...

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