Es su destino el desierto de Sonora

AutorOscar Cid de León

Incinerado ayer, Federico Campbell, andarín como era, no ha de permanecer encerrado en una urna, dijo Carmen Gaitán, su viuda.

Sus cenizas podrían ser esparcidas en el desierto de Sonora, geografía por la que sentía una atracción especial. Pero eso está por decidirse.

Por lo pronto, el escritor norteño, fallecido el sábado a los 72 años tras sufrir un derrame cerebral luego de haber librado la influenza AH1N1, fue despedido por familiares y amigos en la capilla Île-de-France del Panteón Francés.

La tarde era fresca, pero la tristeza la empañaba.

"Federico fue muy ético, políticamente correcto, un hombre muy divertido y modesto", señalaría Gaitán, rodeada siempre de decenas de amigos que se deshacían en elogios hacia el autor. Allí...

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