Erosión, desierto y soledad

AutorOscar Alvarez

El alba ha llegado con su luz incierta para descubrirnos un paisaje impresionante. A nuestros pies la Nada -vestida con un disfraz de tierra desnuda- se derrama por un ancho horizonte dibujando en la lejanía unos montes chatos. Reinan aquí la desolación y el desierto, cuya monotonía desdicen mil formas y colores. La tierra se pinta de tonos ocres, marrones o amarillos; púrpura en las laderas sombreadas de los montículos y naranja en las caras iluminadas por los primeros guiños de un sol escarlata que ya asoma por encima de las mesetas. Celebran su venida los destellos plateados de algunas charcas ocasionales que cuando son perseverantes se ven adornadas de anillos verdes.

Desde lo alto del Cerro Rayón, uno de los techos de este lugar de alucinaciones, la llanura está salpicada por las siluetas caprichosas producidas por una erosión metida a escultora. Lo que a distancia creíamos grietas serpenteando en la arena son estrechos y escarpados barrancos que, al entrecruzarse, crean elaborados laberintos.

Frutos de un espejismo se alzan 'cabezos' o torres de tierra como las que hay en el 'País de Nunca Jamás', atalayas perfectas donde las miradas de las aves rapaces acechan cualquier movimiento entre las piedras. Los cabezos más erosionados, que muestran su relieve piramidal de laderas superpuestas, nos hacen pensar en decenas de espinazos de reptiles dormidos... Estamos en un sitio extraño, donde nada es lo que aparenta. Arriba los buitres planean sobre nuestras cabezas. A ras del suelo se elevan los aguijones de los alacranes. Y no hay huella humana en este paisaje lunar. Solo el balar de un rebaño de ovejas, recién bajado del Valle del Roncal rompe el silencio.

Un Mundo Irreal a Orillas del Ebro

Por increíble que parezca esta tierra seca no se ubica lejos de las boscosas regiones del Pirineo ni de los hayedos de la Navarra húmeda. Y las riberas del Ebro son uno de sus límites geográficos naturales. Nos encontramos en una inmensa depresión de unos 400 km cuadrados, montuosa y castigada por la fuerza del viento y las lluvias que es conocida como Bardenas Reales, un paraje único en Europa.

La etimología del topónimo bardena viene del vocablo aragonés 'bardina' usado para referirse a los pastizales de zonas bajas. Y estas bardenas se llaman reales porque, situación atípica, carecen de propietario. En un principio el reino de Navarra fue su dueño, pasando luego a la corona de Castilla. Actualmente 19 municipios, el monasterio de la Oliva y los...

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