Ernesto Diezmartínez / Hasta que la infancia nos separe

AutorErnesto Diezmartínez

El atípico séptimo largometraje del oscuro/paranoico David Fincher (Se7en/1995, El club de la pelea/1999, Zodiaco/2007), El curioso caso de Benjamin Button (The Curious Case of Benjamin Button, EU, 2008), es una maravilla tecnológica que demanda una admiración sin reservas.

Debe ganar varios premios Óscar en la próxima edición, especialmente por su apabullante diseño de la producción y sus ingeniosos y no tan obvios efectos especiales. Pero, por desgracia, no se trata de la gran película que algunos esperábamos. Vaya: ni siquiera es la mejor cinta de Fincher.

Basada muy libremente en un modesto cuento fantástico de F. Scott Fitzgerald (y que en español se encuentra disponible en los Cuentos Completos editados por Alfaguara), he aquí al Benjamin Button del título, quien nace en 1918 con la piel y los achaques de un anciano de 80 años para iniciar su ciclo biológico al revés.

Así, en lugar de pasar de la infancia a la adolescencia a la madurez y a la vejez, Button nace con el pelo escaso y blanco, osteoporosis, artritis y vista corta, para después, lenta y consistentemente, sacar juventud no de su pasado sino de su futuro.

Llegado el momento, Button será la fantasía femenina perfecta: un hombre que llega al medio siglo con la apostura y el rostro (digitalmente juvenil) del Brad Pitt de hace 20 años, aunque, después, será la pesadilla de toda mujer: un hombre que se acerca a la muerte convertido en un ser desvalido al que hay que cuidar, alimentar y cambiarle los pañales.

La trama no es tan interesante como lo promete la fantástica premisa. Durante la primera hora, lo que mantiene la concentración es la maravilla de los efectos especiales: en el cuerpo de varios actores de distintas edades y corpulencias, vemos ir apareciendo el rostro digitalizado...

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