Ernesto Diezmartínez / Gloria al cine

AutorErnesto Diezmartínez

Desde el momento que se exhibió en Cannes 2009, Bastardos sin gloria (Inglourious Basterds, EU-Alemania, 2009), de Quentin Tarantino, fue crucificada por un sector de la crítica debido a su tratamiento "juvenil", "irresponsable", "insensible" e "inmoral" de la Segunda Guerra Mundial y del Holocausto judío.

El crimen de lesa seriedad cometido por Tarantino es haber imaginado una historia alternativa en la que los judíos no son víctimas sino victimarios, y en la que Hitler, Goebbels y compañía son ejecutados gracias a la magia del cine... y una buena dosis de metralla.

Honestamente, no entiendo las objeciones: como es costumbre en Tarantino, lo que vemos en pantalla no tiene que ver con una realidad reconocible ni, en este caso, con la historia "verdadera" de la Segunda Guerra Mundial (como Kill Bill/2003-2004 no era la crónica realista de nada).

El mundo de Tarantino es y siempre ha sido el cine: en él vive, en él sueña y en él respira. Y Bastardos sin gloria es, para variar, no sólo una película: es la encendida declaración de amor de Tarantino hacia el cine y hacia sus millones de cómplices: los cinéfilos que captan y entienden cada guiño que él les envía.

Ubicada entre 1941 y 1944, en un mundo alternativo -tan alternativo que uno de los héroes es un crítico de cine especialista en Pabst-, los "bastardos sin gloria" del título, un grupo de soldados judíos comandados por Brad Pitt, han sido enviados a Europa con el edificante fin de matar nazis a los que, nomás pa' completar la chamba, les arrancan también el cuero cabelludo.

Al mismo tiempo, una sobreviviente judía (Mélanie Laurent), cuya familia fue masacrada bajo las órdenes del coronel de las SS Hans Landa (Christoph...

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