Ernesto Diezmartínez/ Camino a la Perdición: Tom Hanks recupera el noir

AutorErnesto Diezmartínez

Ya tenemos el primer finalista para los Oscares 2003. Se trata de Camino a la Perdición (Road to Perdition, EU, 2002), segundo largometraje de Sam Mendes, el mismo que maravillara -por lo menos a quien esto escribe- con su extraordinaria ópera prima Belleza Americana (1999). La cinta de Mendes será muy probablemente nominada a varias estatuillas "técnico-artísticas" (edición, fotografía, vestuario, diseño de producción), es casi seguro que por lo menos un par de sus actores serán nombrados y sería una injusticia si el propio Mendes y la película no están en la terna de lo mejor del 2002.

Sin embargo, con todo y que el filme está impecablemente producido, con todo y que la trama tiene aires trágicos que rozan la grandeza de una obra shakespeareano, con todo y las espléndidas actuaciones de un reparto inspirado, con todo y la bellísima fotografía del doblemente oscareado Conrad L. Hall, con todo y algunos momentos de genio del propio Mendes, creo que se ha quedado corta si se le compara con cualquiera de las mejores cintas de gángsters de los últimos 30 años.

Sí, ya sé. Estoy siendo injusto al comparar el segundo filme de Mendes con, digamos, el tríptico de El Padrino (Coppola, 1972/74/90), con De Paseo a la Muerte (Coen, 1990) o con Buenos Muchachos (Scorsese, 1990), pero Camino a la Perdición debe medirse con estas cintas, no con cualquier mediocre ejercicio de estilo. Total, acepto que el del problema soy yo y no el señor Mendes: lo que pasa es que después de Belleza Americana esperaba algo similar o superior y, en su lugar, me he topado con una buena película que, sin embargo, no ha provocado en mí el entusiasmo que despiertan las obras maestras.

Illinois, 1931. El sombrío matón Michael Sullivan (Tom Hanks) es el brazo derecho del patriarca John Rooney (Paul Newman), un cercano socio de Al Capone. Sullivan era un niño de la calle que fue recogido por Rooney, quien lo educó, le dio una vida y, de hecho, es una especie de padre adoptivo de él, algo que resiente el verdadero hijo del anciano gángster, el psicopático Connor (Daniel Craig). Cierta noche, Rooney envía a su hijo y a Sullivan a hablar con uno de sus hombres que podría causarle problemas.

Connor pierde la cabeza y provoca una masacre en la que toma parte el propio Sullivan. El hijo de éste, Michael junior (Tyler Hoechlin), un curioso niño de 12 años que no sabe en qué trabaja su papá, es el único testigo del múltiple asesinato. Esto trae consigo una tragedia de proporciones...

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