Érase una vez la 'mañanera'
| Autor | Manuel Durán |
Lo que parecía una promesa hecha al aire se volvió santo, sello y marca del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Todo empezó cuando al ganar la jefatura del gobierno, López Obrador había prometido que se levantaría temprano y trabajaría todos los días, "como miles de capitalinos", a las 6 de la mañana.
Pocos le creyeron.
Prestos a registrar el cumplimiento de esa promesa, dos reporteros, uno de televisión y otro de un medio impreso, fueron enviados a comprobar la "promesa" la mañana del 6 de diciembre del 2000.
Un día después de que tomara posesión como jefe de Gobierno capitalino.
Era cierto, creyente de que la suerte se "reparte temprano" -entre las cuatro y las cinco de la mañana para ser exactos- Andrés Manuel López Obrador madrugó y cumplió.
Los reporteros comprobaron que el Peje llegaba en su Tsuru blanco al palacio virreinal al filo de las 6 de la mañana.
Al día siguiente sucedió lo mismo.
Y cada día se sumaron más y más medios, hasta que la conferencia matutina terminó por oficializarse seis meses después, pues la entrevista en los portales del Antiguo Palacio comenzó a ser incómoda por tantas cámaras y reporteros que asistían a entrevistarlo todas las mañanas.
Así, las mañaneras se convirtieron en uno de los ejes estratégicos de la popularidad de López Obrador.
La primera vez
De manera formal, las conferencias se iniciaron el 31 de mayo del 2001.
Hasta el miércoles pasado, AMLO había ofrecido mil 316 conferencias de prensa en la Sala Francisco Zarco del Antiguo Palacio del Ayuntamiento.
La sala es un espacio de 25 metros cuadrados, alfombrado en color café, un pódium sobre una tarima de 10 centímetros de altura, un asta bandera con el distintivo oficial del gobierno y la leyenda: "México, la ciudad de la Esperanza".
Ahí López Obrador compartía espacio con dos filas de 16 sillas donde se sentaban los reporteros. Al fondo, un promedio diario de 10 cámaras de TV montadas cubrían un amplio librero de pared, lleno de encuadernaciones de periódicos oficiales y leyes capitalinas del siglo pasado.
Ahí todas las mañanas y con olor a café el Peje ofreció sus conferencias.
Y sólo faltó en 91 ocasiones.
En la mayoría de sus ausencias el lugar era ocupado por el secretario de Gobierno, Alejandro Encinas.
Las conferencias terminaban como máximo a las 7:30 horas.
Pero desde las 6:00 horas, mientras en la sala de prensa lo esperaban los reporteros, el director de Comunicación Social, César Yáñez, revisaba los encabezados de los principales diarios para darle un resumen de la información más destacada. Un equipo de asistentes adscritos al área subrayaban y fotocopiaban las notas y temas sobresalientes que pudieran ser temas de preguntas. Lo mismo tenían lista una síntesis informativa con lo principal de los noticieros de radio y TV de la noche anterior.
Cuando subía al pódium, López Obrador ya sabía cuáles eran los temas y por dónde podrían ir las preguntas.
Sólo en este año y hasta el 6 de abril pasado, los reporteros hicieron un total de 3 mil 335 preguntas, un promedio de 43 cuestionamientos diarios.
La cobertura alcanzó los 100 reporteros, trabajadores de 56 medios distintos, incluidos corresponsales extranjeros.
En este tiempo, la duración de las ruedas de prensa se ha prolongado en comparación con otros años, un ejemplo es la versión estenográfica del pasado lunes 4 de abril que duró 45 minutos y tuvo 65 preguntas, era la víspera del desafuero.
'Batea' temas incómodos
Aficionado al béisbol desde sus tiempos de dirigente perredista en Tabasco, el jefe de Gobierno aplicó términos beisbolísticos para no responder a ciertas preguntas de los reporteros.
Para López Obrador batear no es sólo pegarle a la bola de béisbol, también es el verbo justo para librarse de cuestionamientos durante la conferencia de prensa matutina.
Cuando el cuestionamiento incomoda, no responde o evade una polémica, se dice que López Obrador bateó la pregunta.
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