Época de tradición y contradicciones

AutorHéctor Zagal

Resulta curioso que en un País donde, supuestamente, el Estado es laico, la Navidad sea el día de descanso obligatorio muy por encima del desvencijado 20 de Noviembre y otras efemérides patrias. Por si fuese poco, el talante religioso de este calendario, las autoridades culturales y educativas -sea cual sea su filiación política- organizan posadas y pastorelas, cantan villancicos al Niñito Jesús, ponen nacimientos, y regalan juguetes el día de los Santos Reyes. ¿Por qué nadie se ha quejado ante la Comisión de Derechos Humanos de esta flagrante preferencia del Estado mexicano por el cristianismo romano?

La respuesta es doble. Por un lado, la posibilidad de un Estado neutro desde el punto de vista de las creencias es muy cuestionable; el dogma liberal de que puede existir un gobierno aséptico presenta muchas inconfesadas aristas. Por otro, la cultura popular mexicana está impregnada hasta el tuétano de catolicismo.

La Navidad apócrifa

Sin duda, la mayoría de nuestras prácticas católicas perdieron hace tiempo su sentido religioso. Actualmente, nadie come bacalao y romeritos con tortitas de camarón en Noche Buena para guardar la abstinencia de carne, la vigilia, antiguamente prescrita por la Iglesia romana para las vísperas de la Navidad y otras grandes solemnidades religiosas. Los mexicanos cenamos el 24 sin estar siquiera enterados de que el menú tiene un origen religioso.

Igualmente, pocos saben que casi toda la iconografía en torno al nacimiento procede de los evangelios apócrifos. Estos escritos no están incluidos en la Biblia oficial, es decir, no pertenecen al canon de la Escritura Sagrada de los cristianos. Los hay de nombres tan pintorescos como el Evangelio Árabe sobre la Infancia de Jesús o El Evangelio Secreto de Marcos.

Lo paradójico es que, desde antiguo, la Iglesia Católica se mostró benevolente hacia los evangelios apócrifos. Una vez que se estableció el canon de cuatro evangelios (Juan, Mateo, Marcos y Lucas), la jerarquía eclesiástica admitió con indulgencia que los católicos juguetearan con aquellos relatos ficticios de la vida de Jesús. Mi abuela me contaba que el Niño Jesús modelaba pajaritos de barro junto con sus amigos y que, convertía las figuritas en golondrinas de verdad.

El arte católico, especialmente la pintura, recurrió a los relatos apócrifos para dar colorido a sus cuadros. Echemos una mirada a...

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