Entrevista / Rosa Beltrán / Los paraísos perdidos

AutorAdriana Cortés Koloffon

La escritora mexicana Rosa Beltrán describe su novela El paraíso que fuimos (Seix Barral, Biblioteca Breve, 2002) como un rescate de la memoria y una revisión del México de los últimos 30 años.

-En El paraíso que fuimos hay una voz colectiva, ¿es la voz de las familias mexicanas?

Sí, la voz colectiva está representada por los personajes que asisten a una terapia de grupo y que cuentan la historia de la familia Martínez del Hoyo; nosotros como lectores sólo hasta el final sabemos que están hablando a través de otros, y ese "nosotros" funciona también como una metáfora, porque lo que sucede con esta familia puede hacerse extensivo a la mayoría de las familias mexicanas de clase media.

-¿La familia se plantea como un nicho paradisiaco?

No, la familia es el lugar de la locura, de lo que no nos atrevemos a exponer en el ámbito de la vida pública, pero sobre todo los conflictos dentro de la familia. Lo dijo ya Tolstoi en Ana Karenina: las familias felices son todas iguales pero las infelices lo son cada una a su manera.

-¿Por qué narra a partir del contraste entre lo que se considera normal y anormal?

Es la idea de que la normalidad es algo que construye uno deliberadamente, que no es algo que se dé a priori, sino que es un comportamiento necesario para poder desenvolvernos socialmente. Mi personaje Tobías, una especie de profeta o santo del siglo 21, podría ser cualquiera de estos muchachitos sin futuro que padecen alguna enfermedad mental, o que por educación o patología se han convertido en asesinos seriales; es decir, lo que vemos que es un comportamiento constante en la sociedad sirve en la novela para reflexionar sobre lo peligroso que hay en esa aparente normalidad. Creo que uno como lector se pregunta al final quién es más anormal: Tobías o la sociedad que se guía por valores absolutamente pragmáticos y sin sentido.

-¿Por qué Encarnación, la madre de Tobías, conserva un pudor extremo, inclusive en su luna de miel?

Creo que eso responde a un estereotipo, a una clase social y a la generación de quienes se casaron alrededor de los 50 y los 60. La historia retrata a una familia de la clase media alta típica mexicana, con todos esos prejuicios, pero más allá del pudor de ella, lo que está puesto en evidencia es la manipulación que hace a través de la negación de su sexualidad, esa suerte de matriarcado poco expuesto en nuestra literatura.

-La familia pierde un paraíso cuando le da una mayor importancia a los valores materiales que a los...

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