Entrevista / Néstor García Canclini / Arte postautónomo: cuando no todo está dicho

AutorJesús Pacheco

En una época en que las ciencias sociales parecieran imposibilitadas para explicar los logros y los fracasos de la globalización, y cuando las fronteras entre cultura y economía son cada vez más tenues, el arte cobra un nuevo sentido: como una herramienta para ayudar a comprender tanto el arte contemporáneo como los complejos procesos sociales en los que el mismo arte adquiere sentido. Así lo considera el antropólogo argentino radicado en México Néstor García Canclini, y con esa idea como uno de sus puntos de partida, se concentró en reflexionar en el libro La sociedad sin relato. Antropología y estética de la inminencia (Katz, 2010) sobre el arte como un movimiento que capta signos sin pretender dictaminar para siempre el sentido en que esos signos se moverán.

"Ello le da una potencialidad y una capacidad de transcender su época", explica García Canclini en entrevista, "no en el sentido de profetizar mejor el futuro, sino el de jugar con los movimientos de un modo distinto que el que estamos habituados a reconocer.

"Las ciencias sociales han fracasado tantas veces en los pronósticos, que se ha llegado a decir que los sociólogos y antropólogos somos buenos profetas del pasado. Un año antes, o quizá un mes antes de la Caída del Muro de Berlín, nadie estaba previéndolo".

García Canclini se pregunta en La sociedad sin relato qué está sucediendo con el arte para que en unos años se haya transformado en una alternativa lo mismo para invertir que para surtir a la moda y al diseño o como un laboratorio de experimentación intelectual para sociólogos, antropólogos, filósofos y psicoanalistas. E intentará dar respuesta a esa y otras preguntas mientras formula algunas más al tiempo que analiza lo que ocurre cuando el campo artístico se intersecta con otros campos, inmerso en una dinámica en la que la multiplicidad de experiencias se encuentra en estallido constante, interactuando con el mercado, la publicidad y los movimientos políticos y sociales.

Se habla de una sociedad atravesada por una multiplicidad caótica de relatos incapaces de organizar su diversidad. ¿De qué manera esa abundancia de relatos se convierte en una ausencia de relato?

La idea de que falta una narrativa organizadora surge con la globalización. Cuando había relatos nacionales o de cada etnia era más fácil agrupar en los textos escolares, los discursos oficiales, en el literatura o el arte visiones de lo nacional, lo local, lo étnico. Había estados más o menos fuertes que daban consistencia a esas narrativas. En la actualidad, no sólo los estados se han debilitado y creemos menos en los orgullos nacionales, sino que vivimos en interdependencia planetaria y no tenemos un relato que organice estas interacciones cotidianas. Sabemos que lo que ocurre en China, Argentina, África influye sobre lo que acontece en México, pero no hay una visión de conjunto.

¿Qué nos dice de una sociedad esa multiplicidad de microrrelatos y la ausencia de un gran relato que les dé coherencia?

Nos dice que los acontecimientos van más rápido que las representaciones. Esto desespera a muchos y no faltan los que quieren sacar del archivo narrativas de otras épocas. Desde el capitalismo hasta el comunismo vuelven a aparecer en el siglo 21 como intentos de organizar los hechos. Personalmente, me siento socialista y pienso que deberíamos encontrar una reformulación de ese proyecto que toma en cuenta la vida social, la satisfacción igualitaria de las necesidades, o al menos un poco más equilibradas que en este capitalismo destructivo, pero no podemos reeditar un socialismo basado en textos de hace 50 o 150 años. Necesitamos estudiar lo que está sucediendo y tener mejor información que la que simplemente puede darnos el espionaje sabroso de WikiLeaks.

Mencionas entre los nuevos usos sociales del arte el de renovar las experiencias sensibles...

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