Entrevista / Mircea Cartarescu / 'No quería convertirme en un poeta viejo'

AutorFrancisco Morales V.

El mito literario que el rumano Mircea Cartarescu se ha forjado a través de los años tiene un episodio importante, fundamental incluso, en su abjuración temprana de la poesía.

Ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2022, el escritor es ampliamente reconocido en el mundo de habla hispana como un narrador desbordante, complejo, con una prosa, sí, de marcado aliento poético, pero que confecciona novelas que suelen superan el medio millar de páginas.

Es autor, por ejemplo, de la monumental Solenoide (2015), con la que se acrecentó el barullo de un posible Premio Nobel de Literatura que lo rodea desde hace tiempo, y de la trilogía Cegador, la saga consagratoria compuesta por El ala izquierda (2018), El cuerpo (2020) y El ala derecha (2022), que este año termina de publicarse en su totalidad en español.

Para cualquier lector en su lengua, sin embargo, Cartarescu (Bucarest, 1956) es, antes que cualquier otra cosa, un poeta.

En la década del 80, durante la dictadura de Nicolae Ceaucescu, emergió como parte de un grupo de muy jóvenes autores que, por su fascinación y compromiso absoluto con la libertad, que abrazaron a través de la literatura de autores del otro lado del Atlántico, fue llamada la "generación de los blue jeans".

Sin embargo, luego de siete volúmenes de poesía, a los 30 años, Cartarescu prometió que jamás volvería a escribir un verso con una sentencia que resonó fuerte en el panorama literario mundial: "La poesía es un arte de juventud".

Este año, la editorial Impedimenta, responsable del "fenómeno Cartarescu" en el mundo editorial hispanoamericano, trae a México la Poesía esencial del autor, un volumen bilingüe con textos seleccionados personalmente por el escritor y traducidos al castellano por su colaboradora de cabecera en el idioma, Marian Ochoa de Eribe.

Luego de 10 libros publicados por la editorial, el primer conjunto abarcador de poesía de Cartarescu en español llega a los lectores que ya lo conocen -que lo reverencian, incluso- como un maestro prosista.

A pocos días del anuncio del premio que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Mircea Cartarescu responde, por correo electrónico, a una entrevista sobre su Poesía esencial.

En el mundo hispanohablante, de la mano de la editorial Impedimenta, hemos tenido la particularidad de conocer su prosa antes que su poesía. ¿Qué representa para usted que, después de 10 libros publicados en castellano, llegue ahora su Poesía esencial a los lectores en este idioma?

No puedo más que estar feliz de tener mi poesía publicada al español, porque la poesía es una parte sustancial de mi modesta obra. Mis compatriotas todavía me llaman poeta y muchos de mis poemas están incluidos en los libros de texto de mi país.

La poesía no se encuentra bien hoy, pero su estado normal es la agonía. Agoniza desde la época de Homero hasta nuestros tiempos. Pero nunca se muere; al contrario, nos mantiene vivos, como el aire que no vemos, pero sin el que no podemos vivir.

Por otro lado, fue algo muy bueno que Impedimenta publicara mi prosa primero, porque, de otra manera, mi poesía no habría podido tener una audiencia tan grande. La poesía es delicada y es difícil de publicar sin el apoyo de un nombre ya establecido tras ella.

¿Cómo fue para usted la selección de los poemas que habrían de conformar el volumen? ¿Qué tan difícil fue esta revisión, en el sentido de cuáles mantener y cuáles descartar?

Bueno, primero pensé en mi valiente traductora, la maravillosa Marian Ochoa. Es absolutamente grandiosa, porque algunos de mis poemas sencillamente no pueden ser traducidos de una manera apropiada. Están demasiado embebidos en el idioma rumano. Así que evité mis poemas extremadamente complicados, llenos de retruécanos, juegos de palabras, etcétera.

Luego, pensé en los poemas más llamativos, poemas de amor, poemas juguetones, dejando de lado aquellos masivos, demasiado intelectuales o metafísicos. Realmente quería que el lector disfrutara mi Poesía esencial. Creo que el lector en español tiene ahora una buena selección de mis poemas, traducidos con mucha fidelidad, que expresa todas las direcciones de mi poesía.

¿Qué reflexiones, tanto literarias como de índole emocional, o las dos juntas, le propició releer, con ánimo antológico, al poeta que fue entre los 20 y 30 años?

Nunca releo mis libros, especialmente mis libros de poesía, porque... no sé, tal vez porque me siento demasiado nostálgico después de la lectura. De alguna manera, me siento como un actor que se niega a ver sus viejas películas tan sólo para evitar verse a sí mismo tan joven, tan lleno de vida, como solía estarlo 30 o 40 años antes. Prefiero leer los libros de otros escritores.

Sin embargo, tengo mucha simpatía por el hombre joven que solía teclear sus poemas en una máquina de escribir, en una cuarto muy pequeño en el octavo piso de un condominio de clase trabajadora, casi desnudo porque, en esa habitación bajo el techo, el aire era tan caliente como en un horno.

Estaba completamente solo, a veces no me encontraba con nadie durante todo el verano. En esos tiempos realmente difíciles, la poesía era mi chaleco salvavidas y estoy agradecido por ello.

Hace unos años, en 2017, con motivo de su participación en el Salón de la Poesía de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, usted comentó a este diario que un poeta nunca deja de serlo, porque un poeta no es quien escribe poemas, sino alguien que "tiene una cierta mirada fresca de la existencia, de la realidad". Con todo lo que ha pasado desde entonces, incluyendo la pandemia de Covid-19, ¿se ha mantenido usted como un poeta?

No quería, pero tuve que hacerlo. Cuando tenía 30 juré que nunca volvería a escribir otro poema. Y mantuve mi palabra por más de 30 años. Sin embargo, durante la pandemia tuve Covid, seguido por una depresión siniestra. Uno de los síntomas de mi enfermedad fue una terrible urgencia por escribir poemas.

No pude evitar hacer esto día y noche, escribir varios poemas al día, durante todo el verano del 2020. No eran poemas...

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