Entrevista / El llamado de Jesús Gardea

AutorDaniela Tarazona y Joan Puig

Escribir es negar las vanidades y no obsesionarse por la búsqueda del estatus, decía Jesús Gardea (1939-2000), reaccionario de la palabra, escritor alejado del ruido que se dedicó a la escritura de modo religioso. Gardea, que murió el 12 de marzo del 2000, publicó su primer libro a los 40 años, Los viernes de Lautaro (Siglo XXI, 1979). Tras él vinieron 11 novelas (dos de ellas inéditas, Brillante como un ascua y Casa de Anfibia), de las que destacan La canción de las mulas muertas (Oasis, 1981), La ventana hundida (Joaquín Mortiz, 1992), Juegan los comensales (Aldus, 1998) y El tornavoz (Joaquín Mortiz, 1983); además de un libro de poesía y seis de cuento. Con el segundo de ellos, Septiembre y los otros días (Joaquín Mortiz, 1980), obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia en 1981.

Se le comparó con Rulfo por situar las historias de sus primeros libros en el pueblo de Placeres, similar a Comala, cuyo referente real era su ciudad de nacimiento. Agustín Ramos dijo: "Su obra (...) se alumbra con algo difícil de hallar en estos tiempos: esperanza genuina".

Gardea declaraba con frecuencia que se sentía fuera del círculo de intelectuales de renombre. Sólo le interesaba escribir. Mantuvo el olvido de la faramalla intelectual y fue poco condescendiente con sus lectores. Tal vez es uno de los autores que escribieron en la época equivocada o el sitio errado.

"Es renuente a todo lo que huela a teoría literaria y casi nunca sale de Ciudad Juárez, ni siquiera para presentar sus libros, porque esos eventos le parecen meras ferias de vanidades", comentó Sara Sefchovich.

A cinco años de su muerte, su obra ha ido encontrando el sitio que le corresponde en las letras mexicanas. Daniel Sada ha dicho que Gardea tendría más lectores si estuviera respaldado por un aparato publicitario o por una mercadotecnia, pero nunca lo estuvo, de ahí, en parte, el desconocimiento de su obra.

Esta entrevista tuvo lugar en febrero de 1998, y en la conversación, Gardea deja claro que los escritores se hacen con el tiempo y surgen cuando parece que el olvido los sepulta entre los estantes de las librerías y bibliotecas.

-En sus primeros libros, las oraciones son muy cortas, después aparece la sintaxis "descompuesta" y se complica el lenguaje. ¿De dónde viene la necesidad de jugar y experimentar así con la palabra?

Siento que debe violentarse el lenguaje y, en la idea de que hemos perdido la pista de la vida, hacer violencia para volver a encontrar el camino. Si utilizo una prosa de...

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