Entrevista / Laura García Arroyo / 'Las redes no tienen la culpa'

AutorMiguel De la Vega

FOTO: CARLOS FIGUEROA

Dado que es experta en el lenguaje, para hablar con Laura García Arroyo hay que usar las preposiciones: a propósito de su libro, ante el crecimiento de las redes sociales, bajo la cascada de flashazos, con un café enfriándose en la mesa; de letras, palabras y tuitazos; desde que era niña, durante una mañana fría, en la terraza del 2Doce, entre Shakespeare y Cervantes el trolleo; y hacia dónde la lleva todo esto.

¿Cuál fue tu primera palabra?

"Tour", torre en francés. Vivíamos en París y, según cuenta mi mamá, yo me dedicaba a aprender a caminar y no a comer, pero me encantaba la Torre Eiffel. Me llevaba a verla y como me maravillaba, abría la boca y entonces me metía la comida.

¿Por qué escribiste un libro para jóvenes que no leen libros?

¡Claro que leen libros! Es un mito que no leen. Se lee y se escribe más que nunca. Tal vez no se lee lo que queremos, ni como queremos que se lea.

Ola ke ase... ¿las redes están debilitando al español?

El idioma se enriquece con las redes, en cuanto a que se suman juegos y maneras de hablar.

En tu libro Enredados, dices que esa manera de hablar está bien, siempre y cuando se quede en las redes.

¡Exacto! Yo no he visto a nadie hablando por la calle con K o caritas sonrientes, porque no se puede reflejar. Incluso, esta manera de representar la equidad de género con la arroba, simplemente no se puede leer.

Entonces...

Es pronto para decidir si eso va a tener unas implicaciones positivas o negativas. Lo positivo es que la gente está más atenta al lenguaje, usa más las palabras. Mi tía, que jamás había escrito ni en un cuaderno, ahora me escribe al WhatsApp, porque quiere estar cerca.

¿Te duelen los ojos cuando ves una errata o una falta de ortografía?

Me nace el afán regañón y corrector, pero entiendo que eso puede caer mal. Nadie quiere sentirse observado o corregido y regañado todo el rato.

¿Qué extrañas del mundo preinternet?

La ilusión de recibir algo inesperado en el buzón. Posiblemente un correo electrónico también sea inesperado, pero tenemos tantos al día que hemos perdido un poquito esa sorpresa. Ahora nada más mantengo correspondencia así con dos amigas que viven fuera, por pura nostalgia y romanticismo.

El único que manda cartas es el banco...

Eso es muy triste: que uno se acostumbre a recibir nada más facturas, problemas y ofertas de gastar dinero. Por eso cada vez que viajo me llevo mi lista de direcciones de gente a quien mandarle postales. Recibirlas se ha convertido en un...

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