Entrevista / Juan Pablo Serrano

Pertenece a la cuarta generación de arquitectos de su familia, pues su bisabuelo, abuelo y padre han ejercido la misma profesión. De ellos heredó no sólo el mismo apellido, sino, además, la pasión por construir obras que responden a su época y contexto histórico.

Se trata de Juan Pablo Serrano, autor del restaurante y biblioteca de Casa Lamm y el condominio residencial Puerta Alameda, ambos en la Ciudad de México, así como del Hotel de la Purificadora en Puebla en colaboración con el despacho Legorreta+Legorreta.

Con su padre, Francisco Serrano, diseñó la Terminal 2 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, donde predominan los espacios con una generosa amplitud y entrada de luz solar.

Egresado de la Universidad Iberoamericana, el también representante del despacho Serrano Monjaraz es amante de la arquitectura pública que da cabida a millones de usuarios y que produce numerosas sensaciones en su vida diaria.

¿Cómo influyó en tu vida pertenecer a la cuarta generación de arquitectos?

Creo que en realidad marcó mi percepción sobre los espacios. Por ejemplo, cuando era niño, visitaba el edificio Basurto, ubicado en la Condesa, que diseñó mi abuelo. Ahí me gustaba echar un paracaídas de juguetes desde el área central y observar cómo caía. En mis vacaciones iba con mi papá a Chicago y Nueva York para ver rascacielos y obras específicas de Herzog & de Meuron o Mies van de Rohe. Crecí desde pequeño con estas referencias.

Durante tus estudios trabajaste con Augusto Álvarez y Ricardo Legorreta, ¿qué aprendiste de ellos?

Con Augusto Álvarez entendí el concepto de la modulación y los estándares de la fabricación en pies. Aprendí a utilizar escalas y proporciones en números complejos y a tener mucho orden.

Después, con Ricardo Legorreta, conocí el color, la sensualidad y la emotividad de la arquitectura mexicana. Fueron dos escuelas muy diferentes.

¿Qué tan importante es tener experiencia antes de salir de la escuela?

En la universidad no te enseñan todo. No puedes perder el contacto con un maestro de obra, un carpintero o un plomero, pues es algo que no se aprende en el salón de clases. Cuando estudias, estás inmerso en una burbuja, ya que puedes ser un excelente alumno, y cuando egresas te das cuenta que no eres un profesional exitoso.

Creo que uno de los grandes errores de los arquitectos jóvenes es no tener el oficio de la construcción. Todos son buenos para hacer renders, utilizar Photoshop o crear recorridos virtuales, pero no saben...

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