Entrevista / James Ellroy: 'De la vida al crimen hay sólo un paso'

AutorDaniel de la Fuente

Quienes conocen al monstruo de la literatura negra estadounidense saben cuál es el papel que le gusta interpretar a Lee James Ellroy (Los Ángeles, 1948): la del tipo común y malo. Pero no es necesariamente así.

Tras escribir el cuarteto de Los Ángeles, conformado por La Dalia Negra, El gran desierto, L.A. Confidential y Jazz blanco, Ellroy comenzó a escribir su trilogía estadounidense, integrada hasta ahora por América y Seis de los grandes, que continuará con una siguiente novela que abarcará de 1968 a 1972.

I

Camino a Ellroy, pareciera que el soundtrack del preámbulo a la entrevista fuera la one hit wonder de Survivor, The eye of the tiger. De pie en medio del jardín-comedor de su hotel, el autor se aprecia inmenso, completamente calvo.

Ataviado como un tipo que acaba de correr y toma desayuno ligero, de pants y playera, el autor de Réquiem por Brown (su primer libro, 1979) tiene una mirada dura, cruel, tras sus gafas pequeñas y redondas.

Pese a esto, saluda con calidez.

- En Destino: La morgue menciona a sus autores favoritos "convencionales": Irving Wallace y Harold Robbins, ¿por qué ellos?

"Wallace y Robbins escribieron libros al estilo de lo que realmente buscaba cuando era joven. Había rapidez, historias y, sobre todo, mujeres y desviaciones sexuales, lo que me gustaba leer en aquellos días.

En realidad, son malos autores, no podría hablar sobre ellos a profundidad. También menciono a T.S. Eliot, pero son tres o cuatro poemas los que me gustan, porque en realidad no soy una persona muy leída, sino que leo un poco de aquí y un poco de allá, sobre todo antes.

"En aquel entonces estaba muy enganchado con los libros policiacos, con la televisión. El fugitivo me gustaba porque el tipo siempre llegaba cada vez a una ciudad distinta y se encontraba con la mejor mujer".

Tras el crimen aún irresuelto de su madre, la mayor de sus obsesiones, su padre lo orientaba fallidamente sobre box, sexo y series de televisión. Todas sus opiniones y conductas retorcidas fueron asimiladas por el hijo, en pos de una narrativa distinta.

Ellroy cuenta que en la biblioteca pública del barrio de Hollywood tenían toda la obra de Wallace.

Allí, ya huérfano de padre y madre, el chico que se dedicaba a meterse en casas ajenas, consumir todo tipo de medicamentos y beber alcohol en exceso, comenzó a desentrañar la madeja de la narrativa más vertiginosa de entonces, a la vez que se graduaba en cochambre y cloacas.

"La literatura que hacía entonces era lo que me sucedía...

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