Entrevista / Israel Covarrubias / Juego de espías

AutorREFORMA - Staff

El espionaje ha tenido una larga historia en México; las oficinas o despachos encargados de generar información sobre enemigos reales o ficticios del Estado ha sido una práctica archisabida, señala el politólogo Israel Covarrubias, quien recientemente publicó El drama de México.

"Espiar, fisgonear, documentar, videograbar las actividades, las conversaciones telefónicas, los encuentros y, sobre todo, desencuentros entre distintos agentes de la clase política, empresarial, criminal, la mayor parte del tiempo ha perseguido un fin de arma y de chantaje políticos".

Desde el punto de vista de la cultura, ¿cómo impactan las prácticas de espionaje en la libre circulación de productos culturales, principalmente en Internet?

Desde un punto de vista de pluralización de acceso a las fuentes específicas de los campos simbólicos, me parece una idea defendible, a pesar de la fuerte dosis de polémica que conlleva por estar a favor de un universo que raya en lo delincuencial (piratería, plagio, secuestro de creatividad, etcétera). Desde un punto de vista de circulación, no se puede dejar de lado que la contingencia inherente a la circulación de los productos que articulan el mercado de los bienes simbólicos no es una estructura que pueda ser gobernable; puede ser regulada, aunque no se olvide que regular y gobernar no son sinónimos.

Por ejemplo, una parte considerable de las ocasiones en las cuales ocurren los encuentros entre distintos públicos y hacedores u operadores culturales, no se sabe quién es el destinatario final del producto (pensemos en las posibilidades de "rastreo-control" que se abren en un libro escaneado ilegalmente, sin petición de derechos de autor, que es colgado en la red y que es descargado indiscriminadamente)... Al final, tenemos un juego que no suma cero.

¿Qué opina del caso de Edward Snowden?

Pienso que el caso Snowden es un fenómeno de publicidad invertida. Es decir, a la obsesiva política del espionaje norteamericano, cobra forma en el espectro público global un fenómeno evidente de reversibilidad; el agente que espía a los otros se vuelve el personaje principal de una tragicomedia de filtraciones y robo de información producida por su espionaje, y finaliza con la constatación de estar frente a un efecto perverso poco controlable: en aras de justificar el espionaje norteamericano por cuestiones de seguridad nacional, y que como sabemos puede ser pensado como una política en cierto sentido "necesaria" del Gobierno norteamericano...

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