Entrevista / Eric Rohmer / 'Todo es fortuito menos el azar'

AutorRubén Amón

PARÍS.- A pesar de que a Eric Rohmer no le gusta demasiado competir en festivales ni exponerse ante un jurado, el cineasta francés estrenó en la más reciente Mostra de Venecia su última película, Los amores de Astrée y Celadón. Además, a sus 87 años, a propósito de este filme se ha reencontrado con la literatura francesa.

El título de la película alude textualmente a la novela barroca de Honoré d'Urfé y permite a Rohmer divertirse poliédricamente como fabulista, pintor, director teatral y cineasta. Tanto, que la crítica francesa considera la película una prueba elocuente de la "obra de arte total" a contracorriente de la voracidad visual contemporánea. Agradece Rohmer los elogios, aunque los observa con prudencia desde su domicilio parisino de los Campos Elíseos.

Es la cuarta vez que recurre a la literatura. Antes lo había hecho en Perceval le Gallois, La Marquesa de O y La inglesa y el duque. ¿Qué ha encontrado de atractivo en esta obra señera de la literatura barroca?

Creo que me convenció fundamentalmente la idea de que la obra necesitaba respirar escénicamente. Nunca he sopesado llevar al cine una novela de Dostoievsky o de Balzac, porque ambos autores nos impregnan de imágenes. Resulta gratuito adaptar al cine Crimen y castigo, porque ya apreciamos intensamente en la lectura la "película" de que se acompaña la narración. Está puntillosamente descrita.

No ocurre así con la obra de D'Urfé. Creo que invitaba a plasmar la naturaleza, el travestismo, la seducción, el juego de contrarios.

¿Y sabe de quién me he acordado? De Fritz Lang, otro creador de formas. Hay en el hacer de su cine un característico movimiento de atracción y de repulsión. Un juego dialéctico y estético que está muy presente en esta película.

Parece insistir en el diálogo con otros géneros artísticos. ¿Tiene la impresión de haberse convertido en pintor y en director teatral al hacerla?

Me interesa esa comunicación entre las diferentes artes. Explorar los puntos de coincidencia. Y es cierto que hay una preocupación escénica. Unas veces me he sentido pintor. Otras he querido transmitir la importancia de la naturaleza en la obra. Debo decir, además, que hemos hecho toda la película con sonido directo. Ni siquiera hay banda sonora. Me interesaba transmitir la naturaleza como soporte de la naturalidad. Quizá me ha facilitado las cosas el hecho de que el guión no fuera mío. Podía dedicarme a explorarlo y a interpretarlo con otra subjetividad.

Aunque, consciente o...

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